El Auditorio Príncipe Felipe acogió ayer el concierto más atípico de la temporada de “Primavera” de la Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA). La formación, dirigida por Corinna Niemeyer, se enfrentó a dos piezas inusuales en los circuitos habituales, dos rarezas, y a una violinista, Sayaka Shoji, que capitalizó toda la primera parte de una función en la que colabora LA NUEVA ESPAÑA.

El Concierto para violín en re menor de Schumann, la obra que Shoji interpretó junto a la OSPA, es una pieza singular dentro de la producción del compositor alemán. Pese al renombre de su autor, es una obra ajena a los grandes conciertos del romanticismo, que suele quedarse en un segundo plano respecto a obras de más renombre.

Acaso por esta razón, a la orquesta no se la vio especialmente cómoda durante esta primera parte. Todo lo contrario que a una Sayaka Shoji que lució una gran concentración, sintiendo la música en todo momento, así como un fraseo cristalino.

El talento de la violinista y las propias particularidades de la partitura –que apenas deja momentos de lucimiento para la orquesta, relegándola a un papel de mero acompañamiento– afectaron a la orquesta, por momentos aletargada, aunque los músicos hicieron un conato de reacción con un enérgico inicio del segundo movimiento. Pero fue solo un destello en una interpretación capitalizada de principio a fin por Sayaka Shoji, que como colofón regaló al público del Auditorio, algo más numeroso que en conciertos anteriores del ciclo de Primavera, una hermosa propina: la Sonata para violín solo n.º 3 en do mayor, BWV 1005-III. Largo, de Bach.

En la segunda parte del concierto, ya sin el concurso de Shoji, la OSPA recuperó su habitual solidez para interpretar una rareza aún mayor: la Sinfonía n.º 1 de la compositora francesa Louise Farrenc. La obra sorprendió al público ovetense por su elevada calidad, que de hecho no tiene nada que envidiar a Schumann. Plenamente romántica, y muy compleja en algunos pasajes, la obra de Farrenc vigorizó a la orquesta, mucho más cómoda en esta segunda parte, y a una Corinna Niemeyer que demostró gran complicidad con los profesores de la orquesta. Una interpretación muy celebrada por el público, encantado de descubrir a una gran compositora y a una señora sinfonía.