Desde la calle que sobrevuela el solar del antiguo instituto de San Lázaro, los vecinos llevan semanas asomándose y preguntando: “¿Qué es lo que vais a hacer aquí?”. Y los organizadores tratan de explicarlo, aunque tienen ciertas dificultades para contarlo todo a voces y en dos frases. Día tras día, los operarios iban limpiando el solar y las máquinas depositaban grandes contenedores marítimos. Hoy, lo que hasta hace un mes era, en palabras de los vecinos, “una selva y un nido de ratas”, se llenará de vida y actividad. Kuivi Pop Up es demasiado amplio para resumirlo y el trabajo de montaje nunca termina. Restaurantes, tiendas, bares, conciertos, cine, luces, grafitis y juegos infantiles convivirán en San Lázaro hasta entrado septiembre. Es, en palabras del promotor, Carlos Baumann, “un contenedor hecho de contenedores”. Y, como con todo contenedor, es cosa de llenarlo.

La vocación del espacio, que abre hoy sus puertas a las 17.00 horas y tendrá como primer gran reclamo el concierto de Tito Ramírez, es resucitar un espacio degradado. Los vecinos de San Lázaro están agradecidos. Ayer, los operarios seguían montando una instalación que continuará sumando atractivos durante las semanas que permanecerá en el barrio y, por eso, el trabajo no terminará hasta que se lleven los contenedores a finales de septiembre. De la curiosidad, los habitantes del barrio pasaron a la solidaridad. Para ayudar a los trabajadores a finalizar el montaje de uno de los bares que se instalarán en el solar, uno de los vecinos, por ejemplo, les llevó un soplete a primera hora de la mañana. Todo por colaborar.

Desde su estanco frente a lo que era el viejo instituto, Laura Fuente celebra la iniciativa y se dice ilusionada de que haya eventos en un barrio que se había apagado tras la desaparición de su fiesta. Ella, que ha visto la degradación del solar durante la última década, recuerda unas palabras del arquitecto Patxi Mangado, que construirá dos rascacielos en la parcela que hoy acoge el ciclo cultural, “San Lázaro es un barrio atractivo”. Esa es la idea que tiene ella de lo suyo y que comparte con los organizadores de Kuivi. El contenedor cultural “tiene que traer gente y vida”, lo mismo que piden los hosteleros de la zona.

A la espera de lo que pase con los dibujos del arquitecto navarro, San Lázaro vuelve a mirar al viejo instituto. Hoy, una de las heridas del barrio sanará por un tiempo y se convertirá en su nuevo corazón. Tras el primer latido de Tito Ramírez, seguirán los de “Club del Río” y “Ortiga”. Como dice Baumann, “hay verano en Oviedo”.