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Mateín, muñecón de carne y hueso

El icono de las fiestas de Oviedo pasó de maniquí diseñado por el grupo Abra a personaje interpretado por Cancio y Alfonso Aguirre

El estreno del muñeco, en 1984. LNE

Fue un viernes soleyero, como ayer por la mañana, horas antes del pregón, cuando Arnaldo, el último sereno de Ciudad Naranco, ya desplazado al servicio de limpieza, quitó su boina, agarró aquella recién salida de Elósegui que le habían mangado al muñecón y resolvió dar el cambiazo con el argumento del verismo. “Un paisano la lleva más gastada”. El bautismo del Mateín en el Nido, el chigre del barrio en cuyos talleres el grupo Abra había dado forma al encargo de la Sociedad Ovetense de Festejos, fue completo. Otro parroquiano se enfadó porque “esi me mira mal”, aquel le puso un pito en la boca y Gonzalo López, ese oviedista que decía que “si en Asturias hubiera mil equipos él sería de 999 pero de uno no”, se quitó su pin del Real Oviedo y se lo clavó en la solapa.

Mateín, interpretado por Ceferino Cancio, en un desfile del Día de América de finales de los ochenta. LNE

Era el año 1984 y con la llegada del PSOE al Ayuntamiento había florecido la idea de renovar las fiestas. Covadonga Bertrand en la SOF y su entorno se fijaron en la semana grande de Bilbao, con sus chiringuitos pero también con la Marijaia, la muñecona que los del “botxo” acarrean durante esos días y acaban quemando. La referencia en Oviedo era la de “los mateínos”, documentados así en periódicos del XIX los que venían a la ciudad con motivo de las fiestas y quedaban deslumbrados con las cosas de la capital. Los chavales del grupo Abra (María Jesús Rodríguez, Hugo O’Donell, Astur Paredes, Emiliano Alonso, Manolo Méndez, Vicente Pastor y Ánxel Nava) tuvieron este y otros encargos entre las manos aquel año. Para el Mateín se hicieron algunos bocetos, y la acuarela de Ánxel Nava de un paisano más bien bajo y regordete quedó de modelo. Al darle forma sobre un maniquí, forrar panza y todo el cuerpo, el Mateín se convirtió en Mateón. El muñeco estaba articulado de tal manera que el juego de codo permitía remedar el “abrazo Masip” –tal agarraba por el cuello el alcalde socialista al que pillaba cerca–, apoyarlo en la barra, ponerlo a tomar una pinta o sostenerlo como si fuera un paisano.

El primer boceto de Mateín, de Ánxel Nava. LNE

Para vestirlo no se reparó en gastos. La boina de la casa Elósegui fue el remate de un trabajo que había empezado Silka, “la casa de los trajes”. Milio’l del Nido había servido de modelo, pero luego, al ajustarlo al muñecón, saltaban todas las costuras. El sastre y su ayudante no daban crédito mientras arreglaban sisa y panza en la nave de Abra.

Al final, Mateín fue un éxito instantáneo, apalancado por todos los chiringuitos. En dos años el muñeco ya estaba muy machacado y el grupo Abra tan desperdigado que se recurrió a otros para adecentarlo. Con escaso éxito. No contentos con el resultado, alguien en la SOF pensó en recurrir a “Teatro Margen”. Desde entonces, fue Ceferino Cancio quien dio vida a Mateín. Con la muerte del actor, en 1995, Gabino de Lorenzo también enterró la figura, pero el gaitero Hevia la reivindicó en un pregón y Alfonso Aguirre, compañero de Cancio, se mete desde entonces en la piel de ese paisano de la zona rural del municipio que viene con las mudas en la maleta a quedarse en una pensión junto a la Catedral hasta que acaba la romería del Cristo.

Mateín, interpretado por Alfonso Aguirre. LNE

Mateín, contaba ayer Ánxel Nava, nació como expresión artística popular de la gente que hacía cosas en la ciudad, caló y cuando desapareció acabó resucitando. Ahora, remata, confía en que también los chiringuitos, como expresión popular, variada y asociativa de las fiestas, acaben regresando.

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