"La Perdonanza no podía terminar a palos, a mi ahora solo me sale la palabra perdón". De esta manera trasladó al juez el sacerdote José María Hevia su deseo de renunciar a la indemnización y cualquier tipo de acción contra el hombre de 58 años que supuestamente le agredió a él, al también cura Manuel Ángel Acebal y un sacristán en la tarde del pasado martes al final de la misa de las 18.30 horas en la Catedral porque no quisieron darle la comunión en la boca por motivos sanitarios. Sus otros dos compañeros también declinaron emprender cualquier tipo de demanda.

El varón quedó en libertad pasadas las tres de la tarde, si bien deberá ser sometido al examen de un forense para determinar su estado de salud mental. De demostrarse que sufre algún tipo de trastorno podría ser declarado imputable. De lo contrario, según indica su abogado Ignacio Nistal, la posibilidad de se sometido a un juicio por la vía penal quedará en manos de la Fiscalía.

Tanto el presunto agresor como sus víctimas prestaron declaración este mediodía con casi cuatro horas de retraso respecto al horario inicialmente previsto. "Ya hemos tenido que ser sustituidos esta mañana y a este paso se caerá la Catedral sin nosotros", indicaba con humor un Chema Hevia que fue llamado previamente por un forense para examinar el alcance de la herida en la frente por la que recibió tres puntos en la frente en el centro de salud de la Lila.

Hevia fue el que resultó peor parado, si bien el otro sacerdote y el sacristán también recibieron golpes en distintas partes del cuerpo, aunque no fue necesario ponerles puntos. "Nunca habíamos estado aquí, es increíble lo grande que es esto", coincidían en señalar desde los pasillos del Palacio de la Justicia de Oviedo.

El procesado declinó prestar declaración en las dependencias de la Policía Nacional, en cuyos calabozos permaneció hasta esta misma mañana. Sí lo hizo ante el juez. Según fuentes del caso, el hombre, que carece de antecedentes, alegó padecer un trastorno bipolar y dijo ser feligrés habitual de la parroquia del Cristo de las Cadenas, en la cual, según relató, sí le suelen dar la comunión en la boca.