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El Carbayón, una imagen de la historia de Oviedo

Los robles que dan nombre a los ovetenses, relacionados con la familia Santullano, protagonizan una obra de Carlos Quirós

Carlos Quirós, a la izquierda, entregándole su obra a Enrique Álvarez- Santullano en su estudio de Foncalada. | Irma Collín

Una foto es un instante de historia, pero también puede ser una puerta a la memoria. Una del roble de la plaza que lleva el nombre del histórico carbayón de la ciudad, expuesta en el escaparate de un estudio de fotografía de la calle Foncalada, hizo que Enrique Álvarez-Santullano desempolvase el pasado de su familia. El Carbayón, el original, estaba en la parcela de Uría 8, que compró su bisabuelo durante la creación del ensanche que acabó con el histórico roble. Después, cuando el “carbayu” que se plantó como homenaje en la plaza a la que da nombre cayó enfermo y hubo que replantarlo, el Ayuntamiento utilizó uno de una de las fincas de los Santullano. Carbayones por dos veces.

Al pasar frente al escaparate, Álvarez-Santullano vio una fotografía de la plaza ovetense en la que sigue creciendo el árbol de su familia al que él sigue llamando, como tantos otros, “el carbayín”. La fotografía es obra de Carlos Quirós, un artista premiado que utiliza para sus piezas las técnicas de la múltiple y la larga exposición para conseguir el efecto de superposición de diferentes instantes de una fotografía.

La historia del Carbayón está estrechamente ligada a la de la ciudad. El inmenso árbol pertenecía al Campo San Francisco, que se extendía por lo que ahora es el ensanche de la calle Uría. Era el parque entonces, según recoge Adolfo Casaprima Collera en su libro monográfico sobre el famoso roble, un frondoso bosque que se extendía hacia la colina de Llamaquique.

La obra de Carlos Quirós. Irma Collín

Las diferentes corporaciones que pasaron por el Ayuntamiento ovetense a mediados del siglo XIX rumiaban la idea de hacer crecer la ciudad. El árbol ya estaba allí mucho antes. El proyecto de abrir la avenida de la calle Uría se intenta en varias ocasiones. En 1874 se empiezan a dar los pasos en serio y entra en el debate el gran roble que ocupa un espacio en el corazón de los ovetenses, como reconocen los gobernantes, pero que entorpece la urbanización. Aun así, se comienzan las obras con las promesas de que se podrán llevar a cabo sin dañar al roble. Estas no resultaron ciertas y en 1879, en una comisión municipal, se aprobó el derribo del viejo símbolo de la ciudad para terminar las obras del nuevo, la calle Uría. A favor del derribo hubo 14 votos; en contra, nueve; y las hachas talaron el tronco.

En el lugar en el que estaba el árbol José Álvarez-Santullano, bisabuelo de Enrique Álvarez-Santullano, construyó un edificio que se convertiría en la casa familiar. En 1949, con motivo del setenta aniversario de la tala, se organizan varios homenajes. El primero, la placa de Paulino Vicente que conmemora la presencia del carbayón. Esta placa, como recuerda que le contaba su familia el propio Enrique y el mismo Adolfo Casaprima, no está colocada en el lugar exacto sino a veinte metros de su ubicación original. Al mismo tiempo, el Ayuntamiento decide hacer un homenaje y trasplanta un roble a la plaza que está junto al teatro Campoamor.

El primer árbol muere y es sustituido en 1970. Siete años después, este también enferma y, de la finca del abuelo de Enrique Álvarez-Santullano en El Payán se extrae un roble de unos 30 años, el que sigue vivo a día de hoy junto al teatro y frente a las letras de Oviedo. Entonces había unos jardines que se remodelaron durante la alcaldía de Gabino de Lorenzo en 1998, quedando como elemento protagonista el sucesor del árbol de Oviedo, el viejo roble que murió para permitir el crecimiento de la ciudad y la creación de su ensanche.

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