Fueron diez años, incluso alguno más, de subidón. Lo dice Chiri (“La Raza del Ático”) en “Más moderna que Londres”, el documental de Carlos Navarro e Iván Martínez sobre los años ochenta en Oviedo estrenado ayer en el teatro Filarmónica. Y lo dice para subrayar que, inevitablemente, después viene el bajón. Espejismo de vanguardia o época en que seres mitológicos del tamaño de Tino Casal, Germán Madroñero, Pepa Ojanguren o Juan Cueto poblaban la noche de la capital, la cinta, que puso a reventar el teatro y provocó el entusiasmo del “revival” y el “volverse a ver” entre las generaciones que más probaron aquella década, logró concentrar en dos horas todo aquel chute de creatividad que revolucionó las expresiones artísticas, sociales y culturales de la ciudad.

Bailes en la Santa Sebe.

Al inicio de la proyección los autores dieron las gracias a los colaboradores y coproductores (Fundación Municipal de Cultura y RTPA), invitaron a una fiesta que prometía alargar alguna hora más la nostalgia y explicaron lo doloroso que resultó cortar las 15 horas de material y los parlamentos de los 44 protagonistas que convierten también la pieza en una historia oral del pop en Oviedo.

No solo fue un pop musical, aunque mayoritariamente también fue así, con grupos como “Salón Dadá”, “La Raza del Ático” o “Modas Clandestinas”, sino que la voluntad “popular”, de bajar a la calle e impregnarse de las corrientes actuales, que aquí llegaban directamente vía Londres, como recalcan en la película la mayoría de los entrevistados, se extendió a muchas otras disciplinas y la película tiene esa vocación monumental y documentalista de abarcarlo todo. Están, en ese camino, los “Cuadernos del Norte” de Juan Cueto, la huella de Chus Quirós, el feminismo de Teresa Meana, la tertulia Oliver, los fanzines, los desfiles de moda, la revolución de los programas de Radio con “El expreso de medianoche” de Bueres al frente, los inicios de Taller 3 en los bajos de Buenavista, las performances de Paco Cao, los inicios de Teatro del Norte o los cuadros de Cabrero.

Germán Madroñero en uno de sus clips. | Fotogramas cedidos por “Más moderna que Londres”

Entre todos esos personajes que se cuentan el Oviedo de la edad de oro hay momentos de mucha carcajada y anécdotas tan chocantes como el momento en que Antonio Masip explica que Miles Davis meó entre las bambalinas del teatro Campoamor, ese otro en el que Manolín el Gitano revive en un programa de Televisión Española retratando la noche ovetense de esos años, los versos de Fernando el del Paraguas o la revelación de que Mercedes Covisa (“Los Murciélagos”), Roberto Alonso (Salón Dadá), Cristina del Valle o el pintor Germán Madroñero compartían ensayos en un coro de misa en la iglesia redonda (San Francisco). Muy celebrados fueron también los vídeos de desfiles de moda de la época o los números musicales en los que Tere Meana y Luis Antonio Suárez hacían playback con zarzuela o el propio Emilio Sagi parodiaba la canción del Cola Cao.

Público asistente, ayer, al estreno. | Valentina Ciuca

En el balance final del documental hay apocalípticos e integrados, los que niegan la mayor y dicen que Oviedo estuvo a la misma altura de cualquier ciudad de su tamaño en aquel tiempo y los que señalan las singularidades y lloran por lo que pudo haber sido y luego quedó en nada. Hay también otra constatación, más terrible, del borrado de la memoria que enlaza directamente con las primeras imágenes del documental, en el que el derribo del chalé de Concha Heres sirve para ilustrar el paso del Oviedo en blanco y negro a la explosión de color que supusieron esos años. Y es que también gran parte de todo lo que trajeron los ochenta a Oviedo se ha ido perdiendo. El redactor jefe de LA NUEVA ESPAÑA Javier Cuervo lo lamenta sobre los trabajos de Chus Quirós en la ciudad, del que apenas quedan los salones de Casa Fermín donde se grabó, precisamente, su entrevista junto a la periodista Pilar Rubiera en el documental.

Aquellos grandes conectores de la ciudad con Londres, como fueron Rico Roces o Toño Barral restan mucha importancia a la mirada por el retrovisor cuando hacen balance. Estuvo bien y se disolvió. ¿Nada más? Difícil saberlo, porque, como advierte en el documental Miguelo, otro clásico de la noche, si de verdad viviste a fondo los ochenta en Oviedo, tienes que tener muchas lagunas. Será eso.