"Era un cacho pan. Ha sido una tragedia". La familia de Leopoldo Joaquín Riera, el motorista trágicamente fallecido en la noche del jueves en el barrio de Teatinos tras perder el control de su moto al rozar con un taxi, le rindió ayer un último y sentido homenaje. Una despedida entre abrazos y lágrimas a una persona que se había ganado el calificativo de "ejemplar". El funeral tuvo lugar en la parroquia de Santa Eulalia de la localidad ovetense de Colloto. Allí, uno de sus primos, Juan Villa, lo recordaba con palabras de mucho cariño. "Tuvo mala suerte, porque con la moto era superresponsable, no era de los que van rápido". El fallecido había salido con el vehículo para dar una vuelta para "despejarse", ante la inminente operación a la que tenía que someterse su hija, de seis meses. Mientras que su esposa había ido a Covadonga a ponerle unas velas a la Virgen.

En lo personal tampoco escatimó en elogios. "Era muy buen chaval, muy buen nenu, que había vivido casi siempre solo", asegura su primo. Riera había retomado últimamente la relación con algunos de sus familiares tras algunos años algo desconectados por culpa de los quehaceres diarios. "Hace poco, por mediación de otro primo que tenemos viviendo en Francia, nos habíamos juntado y todavía hace poco estuvimos viendo el último derbi entre el Sporting y el Oviedo", relata. "Con la cría estaba encantado", señala, "a este pobre le tocó. Tuvo mala suerte. Pobre".

Ya dentro de la iglesia. El párroco de Colloto, Juan Manuel Hevia, aseguró que "ninguna muerte me es ajena, máxime cuando se dan las circunstancias de la muerte de nuestro hermano Leopoldo". Y destacó: "Ante la muerte lo más importante es que seamos sinceros con nosotros mismos, con lo que vamos viviendo y conviviendo con los demás". En los bancos de la iglesia había un nutrido grupo de familiares de Leopoldo Riera, pero también muchos vecinos del barrio que le guardaban un gran aprecio. "Hoy le pedimos a Dios vida plena para nuestro hermano y si somos capaces de pedir eso quedamos comprometidos también a que lo que intentamos vivir cada día vaya en esa misma línea, en dar vida a nuestro alrededor y no quitarla ni recortarla", señaló el párroco.

La homilía continuó con las siguientes palabras de Juan Manuel Hevia: "A algunos de los que venían al funeral les preguntaba si conocían a Leopoldo, hubo quien me dijo que no, pero que se sentía en la obligación de estar con la familia y de rezar a Dios por él, por su esposa y por su hija".