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Los muros de Santullano recuperan la carga de mortero 110 años después para salvar las pinturas

Los vecinos, sorprendidos ante el nuevo aspecto del templo, que inicia una prueba de un año limitada a cinco zonas con revoque

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Así está la iglesia de Santullano después de recuperar la carga de mortero en sus muros

Durante los dos meses que la iglesia de San Julián de los Prados ha estado andamiada para aplicar sobre algunas zonas de sus muros una carga de mortero de prueba, los vecinos del templo prerrománico han estado expectantes. Hubo de todo. También críticos desde el primer día que ayer, al contemplar el edificio ya sin andamios y con cinco paños ocultando la sillería en las caras norte, sur y este, protestaban: «¡Se habrán quedado a gusto y encima les pagarán!». La decisión de enlucir una serie de puntos concretos de Santullano para, a partir de ahora, estudiar cómo afecta esa protección a las pinturas del interior y tomar, a la vista de los resultados, una decisión sobre un encalado a todo el edificio, no deja indiferente a nadie, aunque, una vez explicado, las conclusiones cambian.

Conchi de la Vallina es una vecina de la zona que, en un primer momento, juzga que «no ha quedado tan mal», apreciando cómo el mortero aplicado, una compleja mezcla de tres arenas para dar con la tonalidad adecuada y cuya permeabilidad permite intuir las piedras del templo detrás, sin uniformidad, no resulta tan agresivo como se pudiera pensar. Cuando se le explica que la idea final, una vez que estas cargas hayan estado un año protegiendo el exterior, es enlucir toda la iglesia, se lamenta: «Entonces será una capilla normal, como el resto». Pero todavía vuelve a dar una oportunidad a la intervención del Principado cuando se le explica que el objetivo último es proteger las pinturas del interior, una joya única en el mundo, sin desvirtuar el exterior, ya que ese mortero es lo más parecido posible al que en 1912, hace ahora 110 años, Fortunato Selgas eliminó de casi todas las paredes exteriores.

¿Todas? No. En Santullano todavía se pueden apreciar, en especial en la cara norte, los restos de lo que se considera el revoque histórico del templo, el «original» o, al menos, uno anterior a otras reformas que han llevado a un amplio consenso entre los historiadores del arte sobre el estado primigenio del Prerrománico, con los muros cargados por fuera y policromía por dentro. La idea está muy lejos de la que hoy se tiene de estas iglesias, y precisamente el marido de Conchi de la Vallina, Ramón Fernández, de la calle Isla de Cuba, que pasó su infancia jugando con los huesos del cementerio entonces anexo al templo, insiste en que la iglesia «siempre estuvo así». Otra cosa son las necesidades de intervención para salvar las pinturas. Y ahí el matrimonio concede: «En ese caso, si es como un enfermo que tiene que operarse para vivir...».

Pablo Klett y Antonio Román, del equipo de restauradores que ha logrado colocar este mortero en los muros, contemplaba ayer el trabajo acabado y respondían, también, a algunas dudas de los vecinos.

María González y Mercedes Garriga hacían una foto con el móvil y les preguntaban por qué lo de pintarlo de blanco. «No se ha pintado, es un mortero de cal, el color lo aporta el árido», detallaban los restauradores. Las dos vecinas, como muchos en la zona, insistían en que Santullano «siempre estuvo así, con la piedra», y que si no se tapa «parece como más viejo y que tiene más valor». Pero también le dan un voto de confianza al Principado: «La verdad es que ahora está cuidada, porque hubo unos años que no, y si es para proteger las pinturas...».

El proyecto que ha desarrollado la Consejería de Cultura aquí no ha hecho más que empezar, aunque en la elaboración de estos paños ha habido mucho esmero para lograr un resultado óptimo. El empleo de cal aérea, más complicada por las circunstancias meteorológicas de Asturias, exigió trabajar mucho las cargas, meter presión y repasar mucho hasta consolidarlas. Son cargas «vivas», se puede decir, que no muestran un acabado uniforme, sino que oscilan en sus tonalidades dependiendo de la piedra que hay detrás. Hasta dentro de seis meses, la mitad de este periodo de prueba, no habrán completado su proceso de carbonatación, no del todo consolidadas, por tanto.

Además, las cargas han respetado las zonas donde, en los puntos en que se han aplicado estos paños, había cargas del mortero «original». Y también se han aplicado sin apurar el remate, dejando que las cargas se adapten a las ondulaciones de los muros y perfilando bien los paños para que el que pase por delante de San Julián de los Prados pueda darse cuenta de que son unas «pruebas», no una solución definitiva.

En distintos puntos de los muros exteriores donde se han aplicado los morteros, unos sensores registrarán los datos de humedad y temperatura. La Consejería completará estos registros con otro mecanismo que, desde el interior, tomará nota de esas mismas condiciones allí donde se conservan las pinturas originales del templo.

El objetivo es que dentro de un año los técnicos tengan datos suficientes para tomar una decisión sobre el revoco de Santullano, su utilidad y cómo llevarlo a cabo. De momento, en esta primera fase, el resultado parece haber cumplido las expectativas: una mano de mortero con una tonalidad que tiende al naranja y que trata de pasar algo desapercibido, capaz de adaptarse a la historia milenaria de los sillares para abrazarlos y proteger las obras de arte pintadas en su interior.

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