Dos de mis cumbres literarias, como lector, son "El retrato de una dama", de Henry James, y "Middlemarch", de George Eliot (Mary Evans), ante quien fui a postrarme en el cementerio de Highgate, a 50 libras de taxi desde Westminster. Dos novelas escritas a finales del XIX; la primera disecciona a una dama; la segunda dibuja una sociedad de provincias. Dos joyas con sendas mujeres como protagonistas: Isabel Archer y Dorothea Brooke. Pues bien, siempre me acompañan y cuando alguien me amenaza mostrándome su pantalla del móvil para enseñarme chistes o nietas, yo levanto uno de esos libros, lo abro al azar y leo, por ejemplo: "En los actos triviales las semillas de la felicidad se echan a perder". No tiene que ver con lo que me muestran, tampoco sus memes y memeces vienen a cuento. O leo: "Mi alma no es un principio inmortal, puede destruirse"? Sí, leo en defensa propia.
La mar de Oviedo