Ayer, entre otras merecidas condecoraciones, se ha nombrado hijo predilecto de Oviedo a Emilio Sagi. Se ha hecho junto a otras tres personalidades –Jaime Álvarez-Buylla, Conchita Quirós (hija adoptiva), ambos a título póstumo, y Carmen Ruiz-Tilve–. Por lo tanto, lo primero que llama la atención en esta iniciativa municipal es la importancia que se da al sector cultural de la ciudad a través de sus grandes ejes: la música clásica, la lírica y la literatura. Estamos ante la clave de bóveda que define el perfil patrimonial inmaterial de Oviedo, un carácter que le ha procurado prestigio internacional. Emilio Sagi es el mejor ejemplo de ello: hecho como artista en su ciudad natal, volcado con la ópera y la zarzuela, y con una sólida formación literaria –es doctor por la Universidad de Oviedo con una magnífica tesis estructurada sobre la influencia de Shakespeare en la ópera romántica–. Sagi, como director de escena, y también como director artístico de teatros, ha superado ampliamente el prestigio de nuestras fronteras. Ha trabajado y trabaja, en una espléndida madurez creativa, en los mejores teatros del mundo. Su inventiva y capacidad para captar la esencia original de cada obra, desde una dramaturgia renovada y tremendamente actual, le ha dotado de un estilo propio y característico que, además, le ha convertido en uno de los mejores embajadores mundiales de la zarzuela. Siempre ha lucido orgulloso su condición de ovetense y ha reivindicado, sin cortapisas, el valor de la lírica y de la música culta, con una generosidad absoluta hacia la capital del Principado. ¡Enhorabuena, Maestro!