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Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

Las virtudes perdidas

El último éxito cultural de Yolanda Lobo

Por razones que no vienen al caso, me he perdido todo lo de los encuentros “Cincuenters”. Todo. No tengo consuelo. Tuve un fin de semana complicado, me organicé mal, no fui capaz de asistir a ninguna de las actividades programadas. Y eso que estaba ilusionado, preparado y había dado mi palabra. No estoy seguro de que mi admirada Yolanda Lobo, madrina y corazón de esta genial idea, me vaya a perdonar semejante desaire.

Haciendo gala de mi desorden, hice un intento desesperado por acercarme hasta la antigua cárcel el domingo por la tarde, pensando que quizá aún se pudiera visitar allí esas instalaciones tan fotografiadas en las redes sociales. Este edificio, que actualmente alberga el Archivo Histórico de Asturias, era una de las sedes y se abría excepcionalmente para los encuentros. Pero ya estaba clausurada cuando llegué, fue un disgusto grande.

Las cárceles tienen una mística cinematográfica y literaria, despiertan un interés irresistible dentro del pequeño voyeur que todos llevamos dentro. No como inquilinos, claro, solo como observadores subjetivos desde la seguridad del que piensa que nunca va a tener que pasar por eso. Me parece un castigo terrible: la privación de la libertad, el encierro, la soledad, la superindividualidad, el miedo, que te arrebaten todo lo que nos hace humanos, que te reduzcan al puro instinto de supervivencia.

Algunas antiguas prisiones se han convertido en símbolos de la lucha por la libertad y son hoy recursos turísticos muy reclamados. Es el caso de Alcatraz, que tuvo inquilinos tan ilustres como el gángster Al Capone y que fue escenario de la más heroica fuga de la historia del cine. O la Isla Robben, donde Nelson Mandela fue sometido a trabajos forzados.

Me quedo así con las ganas de conocer nuestra cárcel por dentro. Concretamente y sobre todo sus celdas, claro. Tomarme mi tiempo para observarlas, para imaginarme como inquilino, hacerme cargo de los horrores que se vivieron. Tendrá que ser en otra ocasión.

Fallé también en las rutas literarias sobre las dos grandes novelas ovetenses, “La Regenta” de Clarín y “Nosotros los Rivero”, de Dolores Medio. Paseos ilustrados por los escenarios de ambas ficciones. Una actividad que parecía diseñada especialmente para mí, recorrer los escenarios imaginados de mi querida Vetusta.

Pero sobre todo me he perdido a “Las Virtudes”.

Hace unas cuantas semanas tuve ocasión de charlar telefónicamente con Yolanda sobre el asunto este de las “Cincuenters”, Ella recordaba cuando, recién inaugurada La Santa Sebe, descubrió a “Las Virtudes” por pura casualidad. Fue en aquel icónico programa de televisión que se llamaba “Música golfa”. Se rió tanto, tanto, que decidió sobre la marcha contratarlas para actuar en su local, convirtiéndose así en la primera actividad que programó durante su larga y trascendente trayectoria como activista cultural de nuestra ciudad.

Yo, que entonces era poco más que un preadolescente, también recuerdo aquel programa y la impresión que me causaron. Un humor petardo y desenfadado que, entre risas, afrontaba la realidad de la guerra de sexos en nuestra sociedad. Aprendí mucho sobre los hombres y las mujeres gracias a las carcajadas que me provocaba este singular dúo. Estaba decidido a hacer algo que no hago nunca: pedirle a Yolanda que me las presentase. Saludarlas, felicitarlas y agradecerles los buenos ratos y la educación sentimental.

Pero todo me salió mal. Solo me queda alegrarme y envidiar a los que sí habéis ido. Yo me quedé con las ganas, a ver si para la próxima me espabilo.

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