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A Carmen Ruiz-Tilve, "una mujer que ha sido, es y será patrimonio de Oviedo"

Carlos Llaneza glosa a la cronista oficial en su nombramiento como hija predilecta

Dice sabiamente el refrán que de bien nacidos es ser agradecidos. J.F. Kennedy sostenía: “hay que encontrar el tiempo para agradecer a las personas que hacen una diferencia en nuestras vidas”.

Este acto de hoy es una buena muestra. Por supuesto, de ese sentimiento de gratitud no han de estar exentas las instituciones que, también, poseen los cauces necesarios para reconocer a los ciudadanos sus méritos.

A tal efecto, los ayuntamientos disponen de ordenanzas que regulan los honores y distinciones a otorgar; entre ellos, los nombramientos de hijos predilectos o adoptivos.

Hoy, por tanto, es un día de alegría para los ovetenses que vemos en estas cuatro personalidades motivo de sincera gratitud.

Mi alegría es doble. Lo es, y de forma muy especial, porque uno de esas personalidades es Carmen Ruiz-Tilve Arias, cronista oficial de Oviedo desde septiembre de 2002, cargo que representa con orgullo, entrega y pasión.

Se le ha concedido su nombre a una calle en la Florida, a un colegio público de la Corredoria, distinción que, dada su propia condición de docente, le ilusionó especialmente y a un club de lectura en la biblioteca de Pumarín. Y desde hoy, esa gratitud compartida se plasma también en este reconocimiento público.

Nacida en Oviedo en abril de 1941, pasó su infancia en la “Arcadia feliz”, como ella evoca muchas veces, de San Pedro de los Arcos. Con frecuencia visitaba también la casa de su abuela en Santa Susana. En palabras de José Manuel Vaquero en el prólogo a uno de sus libros recopilatorio de los “Pliegos de Cordel”, “era una ovetense periférica, que bajaba desde los prados del Naranco para empaparse del centro de la ciudad, que la atraía como un imán”.

Estudió Filología Románica en la Universidad de Oviedo doctorándose en 1990. El premio de novela ciudad de Oviedo y la obra narrativa de Dolores Medio fueron, respectivamente, el objeto de sus tesis de licenciatura y doctoral, ambas dirigidas por el profesor Martínez Cachero. Su andadura profesional se inició en el colegio Nazaret. En 1978 se incorporó como profesora a la Universidad de Oviedo logrando, en 1999, la cátedra de Didáctica de la Lengua y la Literatura, adscrita al departamento de Ciencias de la Educación. Durante dos años fue bibliotecaria en Filología.

Desde marzo de 1999, es miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos.

Su prolija obra literaria comprende varias publicaciones didácticas, libros de temática ovetense principalmente y seis novelas.

Desde 1995 nos regaló en las páginas del diario La Nueva España sus deliciosos “Pliegos de Cordel” y en 2002 inició una colaboración mensual en el mismo diario: “El tiempo vuela”.

Ha sido premiada en diversas ocasiones:

- Aula de Paz de la UNESCO.

- Memorial “Muro de Zaro” de Comunicación en 2005.

-    Paxarina de Oro 2005.

-    Premio “Timón” para escritores asturianos en castellano otorgado por la asociación cultural “L'Arribada" en 2014.

-       En el año 2016 la Sociedad Protectora de La Balesquida le concedió el título de "socia de honor”.

Formó parte, a lo largo de varias ediciones, del Jurado del Premio “Príncipe de Asturias” al Pueblo ejemplar de Asturias.

Promovió y coordinó el ciclo de conferencias de la SOF desde 2003 hasta 2016 y su posterior publicación al efecto de dar a conocer más y mejor nuestras ciudad.

Hace unos meses, la Asociación de Escritores y Escritoras de Asturias, le concedió el Premio de las Letras de Asturias.  

Sobre todo, lo que subyace en este extenso y fecundo currículum es su gran amor a Oviedo. En sus escritos, además de un gran conocimiento de todo lo ovetense, rezuma una contagiosa pasión. Y eso se nota. Carmen nos enseñó a leer a Oviedo entre sus múltiples líneas y también es un inmejorable espejo para intentar aprender a escribir de esta ciudad inabarcable. En ella y en su obra está lo mejor de Oviedo. La esencia de un Oviedo auténtico alejado de tópicos. El Oviedo real por encima del tipismo de cartón piedra. Y todo lo ha compartido con total generosidad,

con inquebrantable altruismo y manteniendo, en todo momento, su exquisita independencia.

Probablemente la mayor satisfacción recibida por este ingente trabajo en favor de Oviedo y de lo ovetense es el sincero afecto de multitud de sus vecinos.

Afecto y gratitud que atestiguan las numerosas asociaciones de vecinos, colectivos de todo tipo, sociedades de festejos o particulares que siempre encontraron acogida positiva y desinteresada a propuestas de pregones, charlas, colaboraciones escritas o prólogos. No hace mucho, hablando con la responsable de un archivo ovetense me decía que Carmen acudía en multitud de ocasiones para contrastar un dato que, por nimio que pudiera parecer, verificaba. Aunque fuera para una breve contribución en un pequeño álbum de fiestas. Todo tiene para ella importancia y siempre hace gala de su rigor.

Me encontraba a finales de los 90 intentando dar forma a un montón de datos en páginas inconexas y revueltas que tenía sobre la extensa historia de la parroquia de San Pedro de los Arcos. Un día la visité en su casa, osado de mí, y su acogida fue decisiva para dar a aquel sueño el empujón necesario. Desde entonces, nunca me faltó su aliento y ánimo. Profeso una profunda gratitud y un sincero cariño hacia Carmen. No soy el único. Me consta que Carmen siente ya el afecto de multitud de sus vecinos. Su persona reúne en torno a sí consenso como pocos.

Otra evidencia innegable es la fértil huella y reconocimiento entrañable en las numerosos personas asistentes a los clubs de lectura de las bibliotecas de Oviedo. Muchos agradecen el hecho de que, como profesora, frecuentemente, llevara a sus alumnos a estos clubs de lectura. Allí imbuía a los futuros maestros la importancia capital de la educación y, cómo no, de la lectura. En esos futuros docentes sembraba la responsabilidad de que contagiaran esa pasión a los niños y jóvenes.

Ejerció de guía excepcional, como sólo ella puede hacerlo, por itinerarios a través de la bien novelada por Leopoldo Alas “Clarín”, Armando Palacio Valdés y Ramón Pérez de Ayala, entre otros, cuyos lugares de Vetusta, Lancia o Pilares, renombrados con referencia ilustradora cuando no utilizan la toponimia, les descubrió y describió. No podía faltar el recorrido, de tan satisfactorio recuerdo para los asistentes, en torno a Nosotros, los Rivero y la figura de Dolores Medio. Para un mejor seguimiento, Carmen se apoyaba en mapas que permitían comprender y percibir la evolución de la geografía urbana de la ciudad, facilitados por ella misma a cada participante. 

¿Cuál creen ustedes que es el elemento más representativo de Oviedo? ¿Dónde juzgan que se encuentra la esencia del Oviedo más íntimo y real? Si oyen de repente “Oviedo” ¿qué imagen les viene a la mente? Da igual que sea la Catedral o alguno de sus múltiples recovecos o tradiciones. El Campo o cualquiera de sus rincones. Las fiestas de San Mateo o las de cualquier barrio o pueblo, vigentes o extintas. El Fontán. El Carbayón. Calles con nombres apagados. Costumbres diluidas en el tiempo. Ovetenses desdibujados en la memoria colectiva actual. Comercios cuyos carteles hace décadas que se apagaron. Es indiferente. Pueden estar seguros de que Carmen, en alguna ocasión, buceó en archivos, bibliotecas o en su propia memoria para regalarnos un hermoso relato que nos ayudó a conocer el Oviedo que fue para entender el Oviedo que es.

Con sus libros y artículos nos dio mucho más que unos magníficos textos. Nos dio la simiente para que, en cada cual, floreciera un amor sincero y duradero por esta ciudad.

Carmen era, de facto, una ovetense predilecta para numerosos ovetenses; desde hoy lo es, además, con el merecido reconocimiento institucional que, sin la menor duda, merece.

Carmen ha sido, es y será siempre un patrimonio de esta ciudad.

Gracias Carmen por ser tú. Gracias Carmen por tanto como nos has dado. 

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