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Manuel Gutiérrez Claverol

El Oviedo cretácico

La característica piedra en la arquitectura de la ciudad

La capital de Asturias ha sido calificada de muchas formas, por ello algún lector quizá se sorprenda con el título de este artículo. Reconozco que un poco raro sí es, pero mi condición de geólogo me induce, como pregona la expresiva acepción andaluza, a “arrimar el ascua a su sardina”. Intentaré explicar a lo largo de estas líneas su porqué.

Si recorremos pausadamente el casco histórico carbayón, así como algunos alrededores, observamos que la mayor parte de su patrimonio arquitectónico está realizado con sillares o sillarejo de una peculiar caliza de color pardo-amarillento. De alguna manera simboliza los edificios más relevantes, lo que se ha venido a llamar el “Oviedo amarillo”.

El subsuelo de la ciudad se caracteriza por la abundancia de esta tipología pétrea, originada en un medio marino durante el sistema Cretácico, de eso hace nada menos que ochenta y tantos millones de años. Estas calizas fueron ancestralmente explotadas en un buen número de canteras como roca ornamental, destacando por su volumen las que existieron en Piedramuelle, Lavapiés (ubicada en La Ería, donde hoy se encuentra el estadio de fútbol del Real Oviedo), La Granda (situada entre los barrios de San Lázaro y Los Arenales) y Santomedero de Ayones, amén de otras de menor entidad en el propio ámbito urbano (barrios de La Viña, San Isidro, El Fresno, Postigo y La Vega) hasta completar la cifra de una treintena.

Los monumentos más antiguos en recurrir a esa petrología datan de la Alta Edad Media, siendo representativos los del prerrománico: testero de la iglesia de San Tirso, San Julián de los Prados y los ramirenses de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo. Las zonas extractivas se encontraban en la proximidad de las edificaciones, evitando así un enojoso transporte.

En los períodos históricos del gótico y renacimiento estos materiales fueron el soporte básico del tesoro primordial y emblemático de la ciudad: la Catedral. Aunque en su distribución existen espacios más arcaicos –la Cámara Santa (prerrománica) y la torre vieja de San Salvador (románica)― , el grueso de la “Sancta Ovetensis” se levantó entre los siglos XIV y XVI, comenzando por la sala capitular a la que siguieron la capilla mayor, el claustro, el transepto y la torre (recrecida en el renacimiento). En los exteriores se utilizaron mayoritariamente rocas cretácicas procedentes de la cantera de Piedramuelle, no así en los interiores de la misma y de las capillas barrocas que hicieron uso de una caliza margosa blanquecina de edad más moderna (“piedra de Laspra”). Otra muestra gótica es la casa de la Rúa, del siglo XV, la más antigua de Oviedo al sobrevivir al incendio de 1521.

La Catedral de Oviedo.

Durante el renacimiento (siglo XVI) se construyeron con calizas provenientes de La Granda: el claustro y librería del monasterio de San Vicente, casa de la Ribera, iglesia de La Corte, Universidad, el palacio episcopal y el monasterio de San Pelayo.

Mientras tanto en el barroco (siglos XVII y primera mitad del XVIII) sobresalen inmuebles muy significativos: iglesia de San Isidoro, Ayuntamiento, palacio de Valdecarzana-Heredia, casa de los Oviedo-Portal, casa de los Díaz Campomanes, palacio de Malleza-Toreno, palacio duque del Parque, casa de los Llanes y el palacio del marqués de Camposagrado. Dentro de la arquitectura neoclásica, cabe citar: el claustro del convento de Santa Clara, Hospicio Provincial, palacio de Inclán, palacio de Velarde, fachada del convento de Santo Domingo o el palacio de los Bernaldo de Quirós, para los que se usaron indistintamente las canteras de La Granda y Lavapiés, a veces de forma combinada. Por último, mencionar que ya en época moderna (segunda mitad del XIX) se recurrió a las rocas cretácicas, por ejemplo, en la plaza de Trascorrales y parcialmente en la iglesia de Las Salesas.

La natural simbiosis existente entre la arquitectura y geología de un entorno prioriza que las rocas sobre las que se asienta una población se empleen en las construcciones. A modo de recordatorio, señalar ciudades de Galicia (p. ej., Santiago de Compostela o Pontevedra) con edificios exhibiendo por doquier rocas graníticas propias del lugar, el caso de Salamanca utilizando como materia prima para sus monumentos históricos y viviendas la piedra franca de Villamayor, una arenisca de tonalidad dorada muy apta para ser cortada y tallada, o sin ir más lejos el caso de Gijón que aprovecha las areniscas del Jurásico que afloran por sus inmediaciones.

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