La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Manuel Herrero Montoto

Gracias de corazón

Un fallo cardiaco y la perfecta sincronización de los servicios sanitarios

El corazón es una víscera romántica, muy presente en la canción y la poesía, que sirve para vivir. Si gripa ese motor de carburación espiritual, por el desagüe se escapa el poema, el amor y el latido que te permite estar en la vida. Cuídalo y que te lo cuiden.

El mío se escarayó a media noche, dormía plácidamente cuando sentí, a ver si me explico bien, no es fácil, pues sentí que un elefante bailaba un zapateado sobre mi pecho y un gorila de lomo plateado me daba puñetazos en la espalda. Esto se va al carajo, me dije. A la mi Geli, más en el mundo que yo, le faltó tiempo para llamar al 112. Si usted no cree en nuestros ángeles custodios, ponga atención, y vera cómo cambia de parecer. Rebuscaba por las paredes la famosa luz al final del túnel cuando entraron en la habitación al estilo hombres de Harrelson, tres varones y una mujer, que me invadieron: electrocardiograma, vías, medicación, monitor, analgesia, la de mi madre, y activaron el Código Corazón. Embarqué en la ambulancia delante de mi portal a las 2.40 am y desembarqué en Hemodiálisis a las 3.00 am. Allí me esperaba el Séptimo de Caballería con el catéter desenvainado y ganas de ensartar el trombo de mi coronaria, borrarlo del mapa y en su lugar colocar un canuto o stent que permitiese a la sangre regar de nuevo el miocardio. A las 3.40 am, más o menos, la doctora que dirige la orquesta se asoma por encima del paño que cubre mi cabeza y, con una sonrisa de hada madrina, me informa que el trombo de la coronaria out y el stent in, todo bien, mi próximo destino será la UCI.

Resumo: me da el patatazo a las 2.00 am y me pongo a morir, y a las 3.40 am el equipo Código Corazón me pone a vivir.

Una recomendación de amigo, si alguna vez os sentís mal de verdad, de eso que ves que te largas al otro barrio, entonces, no hagas el indio: ¡Llama sin más al 112! Olvídate de tu coche, del taxi, te repito: ¡112! Los hombres y mujeres de Harrelson hacen maravillas, entre otras te empiezan a tratar ya en el minuto cero. Ganas un tiempo que vale una vida. Hablo con conocimiento de causa. Desconozco, porque estaba achorrado, a los héroes de esa cadena humana de salvación. Desde aquí les mando el abrazo más fuerte que he mandado en mi vida.

Compartir el artículo

stats