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Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

Gaetano vuelve a la vida

Sobre la escenografía de “Lucrezia Borgia” para la ópera ovetense

“Ay, si Gaetano Donizetti levantase la cabeza…”. Esa frase ha circulado entre susurros y aspavientos por los pasillos del Campoamor. Una polémica que invita a tirar del hilo y plantear en serio esta hipótesis. El tema no es qué opinaría don Gaetano de la criticada escenografía propuesta para su Lucrezia Borgia. Tardaríamos en llegar a eso. Si Donizetti hubiese levantado la cabeza hace un año, ni siquiera con la ayuda terapéutica correcta estaría cerca de asimilar la modernidad y de dominar su pánico. Si una persona que ha hecho su vida en el XIX resucitase milagrosamente en 2021, aún en pleno uso de sus facultades mentales, en plena madurez intelectual, no comprendería un pimiento.

Porque vaya susto también, el pobre, devolverle a la vida de un día para otro sin preguntarle siquiera y quién sabe hasta cuándo. El ruido, los volúmenes urbanos, la moda, usos y costumbres, Picasso, internet. Volver a pensar en la música no sería inmediato. Primero sería comprender el tema de la resurrección. Luego ya, la trascendencia de su legado. Podría ver entonces esos vídeos sublimes de Joan Sutherland cantando la locura de Lucía di Lammermoor en Youtube. Le llenarían de orgullo, pero sólo sería un pasito en el camino.

Porque si Donizetti levantase la cabeza, habría que explicarle también todo lo que había pasado en la música. Y no hablo del reguetón. El Bolero de Ravel, Camarón de la Isla, los “Rolling Stones”, los “Tres Tenores”, Rachmaninov, Elvis, “ABBA”, Miles Davis, “Siniestro Total”. Le iba a explotar la cabeza.

Pero vayamos al grano: ¿qué opinaría, asimilado lo anterior, de una adaptación de su obra en la que hay prostitutas enjauladas, fascistas, feminismo, un hombre orinando, una violación en manada y otro montón de detalles que han escandalizado a parte del público ovetense y entusiasmado al otro bando? Pues no lo sé, es imposible adivinarlo. Quizá le parecería una aberración, un insulto a su memoria. Quizá se esforzaría por asimilar el concepto porque todo vale en teatro. Aunque lo dudo. A fin de cuentas, Donizetti era un tipo del XIX, con su moral del XIX, con los corsés mentales de su época. Pero… Sabemos que Don Gaetano fue un trabajador profesional y apasionado. Vivió grandes éxitos pero también sonoros fracasos por asumir riesgos. Conocía muy bien su oficio ya que, además de compositor, fue niño cantor, director de orquesta y escenógrafo. Todo era importante para él, no solo la musicalidad. Revolucionó la forma de cantar de las sopranos, llevándolas a un nivel de exigencia extremo. Escogió sutilmente los temas porque las tramas le parecían algo trascendental. En el caso de su Lucrezia Borgia, se inspiró el más controvertido escritor de la época, Victor Hugo, un vanguardista surgido de lo escandaloso. Y no le encargó la adaptación del texto a cualquiera, sino a Felice Romani, cumbre de los libretistas italianos.

Donizetti no era un teórico. En la solidez teatral, el uso contemporáneo le parecía fundamental. No se atrevería a decir que esta gente intenta acabar con la tradición lírica de nuestra ciudad sólo por arriesgar. Le encantaría Celso Albelo, un tenor muy de su gusto y capaz, además, de revolcarse por todo el escenario en pleno envenenamiento. Disfrutaría de las voces de Tagliavini, Silvia Tro Santafé y Robert Mellon. Sobre todo, escucharía a la Auyanet debutando en el Campoamor y, ahí sí, seguro que le fascinaría. Le obligaría a reflexionar. En cualquier caso, lo mejor es mantener a Donizetti en su tumba, en su siglo, y dejar que su Borgia viva la vida eterna. Los hijos rara vez hacen lo que quieren los padres y se les quiere igual, querido Gaetano. En casi doscientos años, la vida da muchas vueltas.

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