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Alicia Vallina Vallina

El ovetense que pacificó Perú

José Fernando de Abascal y Sousa, fallecido hace 200 años, impulsó grandes obras culturales, educativas y sanitarias en el virreinato peruano

José Fernando de Abascal, pintado por Pedro Díaz. Óleo sobre lienzo, expuesto en Lima, en el Museo de Arte de la Universidad de San Marcos.

El comienzo de la guerra angloespañola (1804-1809) marcó la vida del capitán general ovetense José Fernando de Abascal y Sousa, de cuyo fallecimiento se cumplen ahora 200 años. Fue en ese año 1804 cuando fue nombrado capitán general, gobernador y virrey de las provincias del Río de la Plata pero, cuando iba embarcado rumbo a su nuevo destino, un buque inglés apresó la nave de Abascal (pues acababa de declararse la guerra entre España e Inglaterra, algo que él aún ignoraba) tomándole como prisionero y conduciéndole a Lisboa. Allí, una vez liberado, le fue notificado su nuevo nombramiento como virrey de Perú, tomando posesión de su cargo el 26 de julio de 1806.

Nacido en Oviedo, el 30 de mayo de 1743, era hijo de José Abascal y Sainz de Trueba (natural de Matienzo, Cantabria) y de la ovetense Gertrudis de Sousa Sánchez, ambos de relevantes familias de origen nobiliario, lo que le permitió cursar estudios en la Universidad de Oviedo, destacando en Latín y en Matemáticas.

Fue hombre de gran habilidad política y defensor de los ideales ilustrados. En Perú, durante su virreinato, impulsó el comercio marítimo, organizó el ejército, fundó colegios como los de medicina o abogacía, defendió los intereses de mestizos y criollos y fue un gran pacificador de la zona, siempre defendiendo los interés de la monarquía hispánica frente a los conatos de insurrección. Fue, además, un gran unificador de los distintos grupos de mestizaje creados en el virreinato, por lo que recibió el título de Marqués de la Concordia en 1812 (título que se extinguió en 1913) de manos de Fernando VII, a quien defendió y envió grandes cantidades de dinero para sufragar los gastos de una monarquía ruinosa.

Cuando dejó el virreinato, el 7 de julio de 1816, fue sustituido por Joaquín de la Pezuela y regresó a España para ser nombrado capitán Ggneral y consejero del Consejo de Guerra y de la Cámara de Guerra. José Fernando de Abascal y Sousa falleció en Madrid hace ahora doscientos años, dejando tras de sí un legado económico, cultural, sanitario y educativo que contribuyó a unificar a mestizos y criollos en favor de la defensa de España.

El capitán general ovetense llegó a Perú ya en su madurez, pero antes había atesorado una dilatada trayectoria.

Con 19 años recién cumplidos, ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería de Mallorca, especialmente importante por su participación en las campañas de defensa de la monarquía en Italia.

José Fernando de Abascal, pintado por Pedro Díaz. Óleo sobre lienzo, expuesto en Lima, en el Museo de Arte de la Universidad de San Marcos.

Debido a sus enormes facultades para el estudio de las ciencias numéricas, José Fernando fue enviado a la Escuela de Matemáticas de Barcelona, donde permaneció hasta que su regimiento fue destinado a Puerto Rico. Corría el año 1769 y nuestro joven militar comprendió muy pronto lo que suponía para la tropa el hambre, la enfermedad y las dificultades. De regreso a España fue destinado al Regimiento de Toledo hasta que, en 1775, participó en la expedición de desembarco militar combinado en Argel, por orden de Carlos III. El fracaso resultó humillante para España y José Fernando fue destinado, en 1776 y bajo el mando del teniente general Pedro de Cevallos, al Río de la Plata, en una expedición que tenía como objetivo dirimir los conflictos de soberanía con Portugal en aquellos territorios. De este modo, el contacto de Abascal con América y con la idiosincrasia de sus gentes se vio reforzado, lo que le permitiría, en un futuro no muy lejano, convertirse en uno de los más altos dignatarios de aquellas tierras.

Otro de los servicios destacados llevado a cabo Abascal y Sousa fue contra el enemigo británico, en el contexto de la expedición destinada a la reconquista de Jamaica y que fue reconducida a La Habana debido a la epidemia de vómito negro declarada entre la tripulación.

Posteriormente, y bajo el mando de Bernardo de Gálvez, héroe de la batalla de Pensacola, participó, con el rango de capitán, en varias incursiones contra las tropas británicas en La Florida. Pero su carrera dio un giro decisivo al ser nombrado teniente del rey de España en La Habana en 1796, puesto que ocupó durante casi tres años hasta ser nombrado gobernador y comandante general de la localidad mexicana de Guadalajara. Aquí Abascal, bajo la gradación de mariscal de campo, contribuyó sobremanera a la construcción de escuelas, plazas y edificios públicos, así como a la gestión económica y administrativa de la región.

Las Grandes Cruces de Carlos III y de Isabel la Católica, el colofón a su carrera


La dilatada y prolífica carrera militar de José Fernando de Abascal y Sousa encontró en sus años finales su colofón a modo de condecoraciones. En 1811 recibió la Gran Cruz de Carlos II y en 1815, poco antes de regresar de Perú, fue distinguido con la Gran Cruz de Isabel la Católica, en 1815. En octubre de 1961, Eloy Domínguez Rodiño depositó en el Archivo General de Indias de Sevilla un conjunto de documentos, oficios y cartas personales del virrey Abascal que se verían completados por la donación, en 2003, del director de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Raúl Navarro, a dicho Archivo, y que pueden consultarse con fines de estudio e investigación.

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