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Carlos Fernández Llaneza

La canción de las noches perdidas

Sobre la historia de La Vega y el protocolo recién firmado

Quiso el azar que, mientras leía la numerosa información sobre la reciente firma del protocolo sobre La Vega, escuchara de fondo a Sabina: "Esta es la canción de las noches perdidas / que se canta al filo de la madrugada / con el aguardiente de la despedida / por eso suena tan desesperada". Inmediata y curiosa asociación de ideas: leyendo la noticia temo que Oviedo sea, una vez más, la ciudad de las ocasiones perdidas. Quizá compartan conmigo la creencia de que hemos dejado pasar muchas oportunidades a lo largo de nuestra secular historia. ¿Corre el riesgo La Vega de convertirse en otra de esas oportunidades perdidas? Temo que así pueda ser. Según el preacuerdo Defensa se queda una parte de la parcela con la intención de edificar mil viviendas incluyendo una torre de 25 alturas que, ufana y agresiva, pretende hacer sombra a la esbelta torre catedralicia, "poema romántico de piedra, delicado himno" en inigualable descripción clariniana. Cabe recordar que en Oviedo contamos con cerca de veinte mil pisos vacíos. Y, por si todo fuera poco, desaparecen los chalets de la Tenderina, con los que Defensa incumplió su obligación de conservación y que podrían prestar valiosos servicios a los barrios cercanos, además de configurar una perfecta integración entre el interior de la parcela y la trama urbana. Pero si Defensa se lleva los beneficios no ocurre así con las numerosas cargas que recaerán, en buena medida, en todos los ovetenses. Por su parte, el Principado, interviniente sobrevenido, se suma a la operación y se otorga la nave de cañones para un "centro de investigación e innovación". Y ¡atención! ¡La autopista por el medio del recinto! Pareja al polo de investigación biomédica, lo que no parece lo más razonable. Por otra parte, no hay que olvidar que en la parcela de La Vega es más que probable que se encuentren los restos de un complejo palatino de Alfonso II vinculado a Santullano, como así lo describieron en un anejo de la revista "Nailos" en 2016, César García de Castro y Sergio Ríos por lo que sería obligado un riguroso estudio arqueológico.

Hay una pregunta obvia, ¿se ha contado, en su planificación y diseño, con urbanistas de prestigio en algún momento? La Vega es una oportunidad de futuro para Oviedo que no podemos malgastar. Un patrimonio histórico que brindaría a la ciudad un espacio con gran potencial para multitud de usos. Pero, además de todo esto, hay un dato nuclear muy importante y esencial en todo este proceso: nadie ha tenido en cuenta nunca a las legítimas propietarias de buena parte de los terrenos: las Pelayas. Recordemos: 31 de julio de 1854. Seis de la mañana. Las religiosas de La Vega abandonaban su monasterio con destino al de San Pelayo. La razón es que la Junta de Gobierno de Asturias y el Ayuntamiento las habían conminado a abandonarlo con el fin, supuestamente, de crear en sus dependencias un hospital ante la posibilidad de un brote de cólera en Asturias. La atemorizada comunidad de La Vega no atisba ninguna posibilidad de impedir "tan arbitraria e ilegal decisión". Esa misma noche, "la comunidad por evitar algún atropellamiento que se susurraba y lanzando gritos al cielo se resolvió a dejar su inolvidable morada". Un día después de ese injustificado traslado, la Junta Provincial de Gobierno, ya desocupado el monasterio, se pone de acuerdo con el director de la fábrica de armas "para que se haga la distribución de la parte que ocupar". Así se consumó el traslado de esta comunidad hacia el monasterio de San Pelayo. Allí estuvieron hasta que sólo quedaba con vida Manuela Mier Castañón, única heredera, por tanto, de todos los bienes de la comunidad de La Vega. Así pues, la comunidad de San Pelayo pasa a ser la beneficiaria de los bienes. No hay documento alguno de venta, compra, cesión o expropiación. Se ha argumentado que no procede este razonamiento puesto que fue afectado por la desamortización de Mendizábal; falso. La desamortización había ocurrido varios años antes y sólo era aplicable a monasterios con menos de doce monjas. La Vega, entonces, contaba catorce y dos de "velo blanco" (novicias) así que ese razonamiento no es válido. Santa María de la Vega no era sólo el recinto monacal amurallado; buena parte de predios rurales que lo circundaban también pertenecían a la comunidad como "el prao grande", "la Nozaleda" y otros. ¿Es justo que no se repare este abuso? Claramente hay una deuda pendiente de resarcir con la historia y con la comunidad benedictina de San Pelayo.

Perder la visión de La Vega en su totalidad desmembrándola en tres trozos no parece la mejor idea. Pero peor es carecer de la visión de conjunto de la ciudad. Es necesario pensar y planificar el futuro de Oviedo desde una perspectiva global para acertar en lo concreto. Con un proyecto determinado de ciudad. No deberíamos planificar nada en La Vega sin saber qué queremos hacer en el Cristo, el Naranco, fábrica de gas u otras zonas. La segunda mitad del siglo XXI llama a la puerta y es necesario abrirla con una respuesta ambiciosa, integral, sostenible, amable, pausada, participativa y beneficiosa para el conjunto de los ciudadanos. Así pues, ¿será Oviedo, una vez más, la ciudad de las noches o, en este caso, de las oportunidades perdidas?. Hagamos entrar en razón a la sinrazón. No nos merecemos otra canción desesperada.

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