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José Ramón Castañón, Pochi

La izquierda ha muerto: socialismo sin socialismo

Reflexión personal sobre las convicciones ideológicas y la militancia política

Menudo titular, a muchos les han temblado las canillas, otros estará indignados y muchos no sabrán que decir. Pues sí, desde una perspectiva politóloga y filosófica, no nos queda más remedio que confesar, bien que les pese a muchos, que os habéis cargado el concepto de izquierdas, de socialismo, y qué decir del viejo marxismo. Ni siquiera la apropiación de progresismo en todas sus vertientes, ideológicas, políticas o morales, tiene ya sentido si no es como un trapo viejo que hemos tirado a la basura de la ignominia y del insulto.

Por qué todo esto, se preguntará alguno, por despecho personal y por vergüenza ética. En los años ochenta me estrené como socialista callejero y activo, así me lo dictaba mi fidelidad al compromiso del Vaticano II. Me parecía la respuesta más coherente ante nuestra maltrecha transición, soñaba con el paso valiente a la democracia y la igualdad, con la lucha por los derechos de los más pobres y desfavorecidos, por la transformación de una sociedad cerrada y empobrecida participativamente. Fueron años que me ayudaron a forjar amistades y a conocer a demasiados personajes decentes y a muchos más de corto pelaje moral. Pronto se empezaron a olvidar las raíces: la socialdemocracia, la tercera vía, la renuncia al marxismo, la posmodernización vanalizadora de Zapatero, y una sucesiva descomposición que llega hasta nuestros fracasados días… Así es que poco a poco, avergonzado y sin capacidad intelectiva para comprender la descomposición de aquello que había creído, abandoné aquellos ideales de mi juventud para afrontar caminos nuevos que no me llevaran a perder mis convicciones sociales, políticas y morales, y mucho menos de cura nacido de los documentos del Vaticano II…

La cosa es que alguno de esos personajes de dudosa intelectualidad ideológica, de los que ahora asaltan poderes locales y se dedican a descomponer convicciones, los que pululan por municipalidades y cacarean su compromiso con la ciudadanía, posmodernizados y envenenados por la falacia sanchista, defecan en sus discursos palabras e ideas que ni ellos mismos entienden ni se creen. Discutía hace unos días con un exconcejal sociata de la ciudad, de esos que como primera etiqueta se dicen antieclesiales, y me confesaba que ahora el partido caminaba hacia un "neoprogresismo identitario", telita con la cagalera mental de estos personajes, ¿sabrá tan siquiera lo que significan los palabros?... Inmediatamente intenté explicárselo, a la manera del quijotesco Sancho, con las palabras más sencillas que mi habilidad pedagógica me permitía. Le pedí que se imaginara al Marx parisino cuando soflamaba a los obreros sobre la lucha de clases y la necesidad de que los pobres proletarios se levantaran por un estado de igualdad; o que pensara en el mujeriego Hegel, cuando hablaba de la dialéctica que hace de motor de la historia; incluso en el viejo Engels y otros cuando desmenuzaban una historia de luchas entre pobre y ricos.

Pero el preclaro munícipe trató de convencerme de que la lucha de hoy es de identidades: el hombre contra la mujer, el catalán o vasco contra el español; el de sexualidad líquida contra el binario; es decir, que por principio tu pertenencia grupal te identifica y necesariamente te enfrenta con el que aparentemente piensa o es distinto. Me quedé perplejo ante tal hegelianismo absurdo, que reduce la dialéctica a una pura lucha de identidades posliberales, y marca un ideario político que criminaliza y se enfrenta a los que pensamos de manera distinta. Si no eres multisexual, ecologista, feminista, multinacionalista, comisionista, antifascista, ateo, y no sé cuantos "istas" más, entonces eres un facha retrógrado de mierda contra el que esos viejos socialistas enarbolan una nueva cruzada.

Este no es mi viejo socialismo, esto nada tiene que ver con lo que tantos hombres y mujeres honestos defendieron por estas tierras durante tantos años. En qué momento dejaron estos ignorantes de soflama fácil de ser los defensores de los pobres, de los explotados, de los débiles, de los marginados; de ser fermento de una sociedad en un progreso real que significa bienestar para todos en condiciones de igualdad y de equidad participativa, para convertirse en una sectarios de medio pelo que enfrentan, dividen y emponzoñan de violencia la memoria y la convivencia. Mi querido colega munícipe, deja de insultar a la inteligencia y aprende algo de los que sí piensan en progreso, en convivencia, en respeto, en igualdad, en una ciudad para todos.

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