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Gonzalo García-Conde

Corre, "Meteoro"

Ante el fallecimiento de Andrés Herrero, "Andrés el del Plaká"

Cuando la pasada primavera se proyectó por primera vez "Más moderna que Londres", el abrumador documental sobre la movida de los ochenta en Oviedo concebido y ejecutado por Carlos Navarro e Iván Martínez, ya fue muy comentado que era imposible recordar en él a todos los personajes que habían participado de aquella escena. Lo que pretendía la cinta, lo que consiguió, era dibujar el retrato de una época, no una recopilación enciclopédica de sus protagonistas. Pero claro, todos los que la vimos echamos de menos algún nombre. Yo me acordé especialmente de Andrés Herrero, "Andrés el del Plaká", que fue leyenda de la noche Vetusta, un pionero del ocio nocturno y cuya vida se acaba de apagar.

Andrés ha sido un personaje singular, inimitable. Tenía un talento en absoluto impostado para entretener, divertir y crear piña a su alrededor de manera natural, casi sin pretenderlo. Su sentido del humor irreverente e impulsivo, su absoluta falta del sentido del ridículo lo convirtieron en un ser único. Las anécdotas que llevan su nombre y su sello se cuentan por millones pero, créanme, no se pueden reproducir fuera de la tradición oral. Para conservar su esencia, la pureza de su espíritu, sólo se pueden entender si se transmiten entre susurros y carcajadas dentro de la más estricta complicidad de la amistad. De boca a oreja, de corazón a corazón.

Yo tuve la oportunidad de aprender este oficio del jolgorio nocturno con Andrés. y con Tito, claro, su socio, su amigo, la otra cara de su moneda. La gran lección que ambos me dieron a lo largo de aquellos años, los últimos y más felices de mi post adolescencia, fue que un pub no es un despacho de alcohol donde todo vale. Que en ese negocio más que en ningún otro hay que poner el alma, construir un hogar. Un bar es un refugio para seres humanos, una comunidad, una familia. Alrededor de una barra las personas muestran sus corazones y lamen sus heridas. Aquel Plaká no se borrará nunca de la memoria de los que lo habitaron y el bueno de Andrés, "Meteoro", era el cemento armado que aglutinaba todo aquello.

Andrés alcanza hoy la eternidad: La sonrisa, la voz ronca y socarrona, la guasa en la mirada justo detrás de tus gafas. El tipo que disfrutó de la vida hasta la exageración. A ti no te prestaban las cosas, tú eras un fan. El tío al que más le gustaba "El Último de la Fila" del mundo entero, el tío más de Bruce Springsteen de todos los que conozco, más oviedista que la "Delantera eléctrica", más de Chiquitistán que el mismo Chiquito de la Calzada, más sidrero que una pumarada. El que más alto gritaba los goles pero, sobre todo, el que más celebraba las alegrías ajenas.

Qué grande, Andrés, cuánto te echaremos de menos. Memoria de la buena, de la que te arranca una sonrisa y una lágrima. Nos has dejado un número sin medida de recuerdos. Una montaña de aventuras desproporcionada, como tu corazón.

Corre, "Meteoro", vuela. te has ganado un asiento en el olimpo de los inolvidables.

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