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Oviedo y La Vega

La situación de la antigua fábrica de armas y su devolución para disfrute de la ciudad

Todavía viviendo en la resaca del subidón de los premios "Princesa de Asturias", recostado en la nube olímpica de los dioses de la cultura, la ciencia, las artes y la invención hercúlea, ebrio de los dulces licores de las grandezas y los honores, de la belleza y la sobriedad de nuestra ciudad en estas semanas pasadas, de repente la cruel realidad: aquellos días de aparente concordia, de paz social y de grandezas mediáticas, los he visto emborronados, excretados de envidias, rencillas, falacias políticas, mentideros electoralistas, y de otras muchas excrecencias ideológicas; ¿o tal vez verdades escondidas que nadie se atreve a vociferar?

Por varios frentes me llegan soniquetes, bisbiseos de viejas del visillo, que hablan de especulaciones inmobiliarias, de jugadas interesadas, de pelotazos ladrilleros y otras detestables zamploñadas, y todo con los afamados terrenos de La Vega. Yo, humilde cura de barrio, como la mayoría de los ovetenses, viendo la riqueza de ese espacio, reconociendo sus posibilidades sociales, creativas y de motor socioeconómico de nuestra ciudad, con bonachona ingenuidad nos hemos fiado de las promesas vertidas de respeto por esos terrenos. Nunca habíamos dudado que la voluntad de nuestro Ayuntamiento, del Ministerio de Defensa, incluso del compromiso del Monasterio de las Pelayas, legítimo propietario de esos espacios, no era otra que su conservación para el disfrute y el enriquecimiento de nuestra ciudad, como emblema de una urbe cosmopolita, cultural, de espacios artísticos habitados por la ciudadanía, de generar un pulmón de sabiduría y encuentro en el mismo centro de la ciudad. Como se dice ahora, hacer de estos terrenos en su totalidad un motor de sostenibilidad, de circularidad que retroalimenta ciudadanía, creación y convivencia.

Paseábamos hace unos días por sus añejos rincones, disfrutábamos boquiabiertos a exposiciones de inteligencia artificial, a instalaciones de arte interactivo británico, a proyectos de innovación de economía circular, espacios artísticos vanguardistas, a proyecciones y representaciones teatrales de última generación, incluso a lejanos soniquetes de flamenco universal; nos encontrábamos con gentes venidas no solo de nuestra ciudad, sino de todos los rincones de nuestro planeta, y yo mismo escuché de labios de uno de los premiados que aquel espacio era envidia para las grandes ciudades europeas y americanas, que ofrecía unas posibilidades mayores a otros similares en París, Lisboa, o Nueva York. Al principio, cuando les escuchas, te sonríes, ¿cómo esta pequeña urbe provinciana puede competir con esos enormes centros culturales? Y al final asientes, porque ya quisieran todos ellos tener un marco de naturaleza y creación industrial tan cargado de historia, casi diez siglos de avatares, desde la oración a la actividad fabril, que esperamos sigan siendo mucho tiempo más patrimonio de esta pequeña ciudad tan universal.

Por eso quiero invitar a todos los grupos municipales, a todos los movimientos y asociaciones vecinales, a todos los que nos sentimos implicados y responsables de esta ciudad, a todos los que soñamos con hacer de este Oviedo un referente de convivencia, sostenibilidad, de espacio humano y humanizador, de altura de miras y de proyección de futuro, a que nos sentemos, a que dialoguemos y encontremos puntos de concordia para que los espacios de la Vega sean para todos los ciudadanos, hasta el último de sus rincones, que ni una brizna de sus viejos ladrillos o matorrales se toque más que para ser un espacio ciudadano, de todos y para todos.

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