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Lángara, el goleador al que no pararon ni los tanques: así recuerda su familia al mito del Real Oviedo

“Él solía decir que salió para 40 días y que volvió a los 40 años”, cuentan del goleador más prolífico de España, que tuvo que emigrar a América con el estallido de la Guerra Civil

En la fila de arriba, Juan Carlos Etxeberría y Jesús Guerrero; agachados, Asier Guerrero Lángara y Sarah Guerrero.

-–Llevaba tres Pichichis cuando estalló la guerra...

–¿Cuántas veces piensan en qué hubiera pasado sin el conflicto?

–Él siempre me decía: ‘Chucho, que tenía 23 años. 23, ¿eh?

Chucho es Jesús Guerrero, y cuando este subraya la edad es el único momento en el que la voz le tiembla. Piensa Jesús en ese escenario en el que la Guerra Civil no hubiera dividido el tablero en dos. Si todo hubiera seguido el cauce normal. También en el fútbol se polarizaron las cosas. Y de la noche a la mañana, Isidro Lángara (Pasajes, Guipúzcoa, 1912- Andoain, Guipúzcoa, 1993), el goleador más prolífico que ha dado España (así es reconocido por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol), dejó Oviedo, donde ya era un ídolo, por la aventura americana.

Jesús, 84 años, es de los que mejor conoce la figura de Isidro Lángara. Se casó con María Jesús Lángara, sobrina del artillero, y convivió con el mito desde 1986, cuando se instaló de forma definitiva en Andoain, Guipúzcoa, para pasar los últimos años de su vida en el pueblo, con una vida sencilla, sin alardes. “Él solía decir que salió en 1936 para 40 días y que volvió a los 40 años”, resume Asier Guerrero Lángara, sobrino nieto de Isidro, “el tío” para él.

A la mesa en la sociedad Amaikak-Bat, en pleno casco viejo de San Sebastián, una de las de más solera y creada en 1907, también se sientan Juan Carlos Etxeberría, casado con Junkal Guerrero Lángara (sobrina nieta), y Sarah, 12 años, hija de Asier. Les acompaña Miguel Sanz, responsable del área social del Oviedo, con el que la familia han fraguado una estrecha relación. Se trata de recordar para LA NUEVA ESPAÑA la figura de un goleador inolvidable.

Asier es el que recoge el guante en cuanto al tema político. “Él no quería ni oír hablar de política”, dice. Quizás porque al vasco le llegaron problemas de ambos bandos. Los mineros asturianos le denunciaron en 1936 y fue dirigido al buque Cabo Quilates, fondeado en Lekeito, prisión republicana. Luego, se convirtió en enemigo del franquismo. “Él no tenía problemas con nadie”, justifica su familia.

En ese mundo de las hipótesis en el que no existe la Guerra, Lángara tenía su salida del Oviedo avanzada. “Carlos Tartiere había llegado a un acuerdo con el Barça para traspasarlo a él y a Herrerita. Isidro tenía novia en Oviedo y el presidente les dijo: ‘Id a la joyería Pedro Álvarez y coged lo que queráis, que os vais a Barcelona’. Luego vino la guerra y se quedó en agua de borrajas.

Jesús Guerrero, Sarah Guerrero, Juan Carlos Etxeberría y Asier Guerrero Lángara, en San Sebastián. Nacho Azparren

El veto franquista fue duradero. Se fue en 1936 y, aunque regresó en un breve periodo a Oviedo (46-48), cruzó otra vez el charco para ejercer de técnico. No sería hasta 1986 cuando se instalaría de forma definitiva en Andoain, junto a Jesús y Asier. De ahí lo de salir para 40 días (plazo previsto para la gira) y volver a los 40 años.

Con Lángara, el mito se confunde con la realidad. Lógico en una etapa sin imágenes. Por ejemplo, una de las historias que le acompañan admite matices. En su estreno con San Lorenzo de Almagro, en 1939, le metió 4 goles a River. Dato verídico. Se dice que bajó del barco, desde México, y fue directamente al campo, sin tiempo de preparación. Exageración. “A Buenos Aires llegó en avión al aeropuerto de Ezeiza, eso me lo contó a mí”, defiende Jesús. Un joven Di Stéfano estaba ese día en la grada. “Tenían muy buena relación. Cuando quedaban aquí en San Sebastián a comer, Alfredo le recordaba ese partido y le tomaba el pelo: ‘che, si el segundo gol lo metiste con la oreja…. Isidro se partía de risa”, dice Jesús.

No fue el Barça y no pudo ampliar su vitrina de Pichichis en España, a cambio, agrandó su leyenda en México y Argentina. Algo que en Andoain, caso curioso, apenas tiene repercusión: solo un puente lleva el nombre del exfutbolista.

Una reproducción en escayola de Lángara. Nacho Azparren

Y eso que el vasco encontró la calma en el pueblo. Los Guerrero Lángara convivieron desde el 86 con él. Un tipo, un mito del fútbol, que consumió sus últimos días en la más absoluta discreción. “No contaba nada de su etapa de jugador. Le comentabas algo y pasaba. Le decía, ‘tío, ¿cómo fue eso que un día rompiste la red de un tiro?’ Y él se partía de risa”, recuerda Asier. “Vino para cuidar a su hermano Jesús, mi abuelo”, continúa; “cuando este falleció, el tío lo notó”. Lángara murió cuatro años después.

“Aún de mayor tenía una presencia, un porte… Se pateaba el pueblo dos veces al día. Estaba tonificado, ¿eh? Mira la escultura, mira”, dice Asier mientras señala una figura de escayola que le regalaron en Oviedo y donde se percibe su musculación. “Era como una vela, tenía un físico que imponía. Un atleta”, incide Juan Carlos Etxeberría.

-Quizás en Andoain su trayectoria no sea tan conocida pero, ¿en Oviedo?

-En Oviedo es otra historia, ahí sí que tiene reconocimiento. Isidro se moría por Oviedo, no se perdía ni una fiesta de San Mateo. En Oviedo siempre fue feliz.

Y Jesús cierra la conversación con una sonrisa. Oviedo, la plaza donde más brilló, como broche a un recuerdo que ni los tanques condicionaron pero que no pudieron eliminar.

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