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Edurne Mezquita Yarza | Presidenta de la Sociedad de Enfermería Familiar y Comunitaria de Asturias (SEAPA)
Edurne Mezquita Presidenta de la Sociedad de Enfermería Familiar y Comunitaria de Asturias

"Si se dan más competencias a las enfermeras, la atención primaria dará un salto cualitativo"

Edurne Mezquita Yarza, en Oviedo. | Luisma Murias

Edurne Mezquita Yarza nació en San Sebastián hace 32 años, creció en Alegría de Oria (Guipúzcoa) y estudió Enfermería en la Universidad del País Vasco. Se trasladó a Asturias para realizar la especialidad. "Vine con la idea de volver al terminar, pero me quedé. Me gusta vivir aquí". En el momento actual, trabaja como enfermera en el

consultorio periférico de El Berrón (Siero) y preside

la Sociedad de Enfermería Familiar y Comunitaria de Asturias (SEAPA). Amiga de la reflexión, en los ratos libres trabaja en una tesis doctoral de corte filosófico acerca de la epistemología de la Enfermería.

¿Cuándo tomó la decisión de ser enfermera? ¿Qué factores le influyeron?

Mi carácter y la oportunidad. Siempre me ha reconfortado cuidar a otras personas. Me gusta ponerme en la piel del otro, escuchar, pensar en cómo puedo ayudarle y colaborar. Y de eso trata precisamente la enfermería. Tenía la posibilidad de estudiar sin necesidad de desplazarme y la proyección laboral era buena. No me costó decidirme.

¿Se ha arrepentido alguna vez de su elección?

No. Me gusta mi trabajo. Me siento útil y satisfecha con lo que hago. Le debo muchas cosas, profesionales y personales, a la enfermería. No renunciaría a eso.

¿Por qué hizo la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria?

Es el campo donde siento que puedo desarrollarme mejor profesionalmente y donde me siento más cómoda. Me gustan la cercanía y la continuidad que permite establecer en la relación con las personas. El vínculo resultante, el conocimiento mutuo, hace que se puedan abordar cuestiones de fondo que subyacen a lo superficial, a lo que es la demanda puntual. También me atrae poder implementar otras metodologías, como la actividad grupal y la comunitaria.

¿Cómo valora la calidad global del sistema sanitario público de Asturias?

Creo que es buena, aunque mejorable. El Servicio de Salud del Principado de Asturias (Sespa) destaca dentro del Sistema Nacional de Salud. El hecho de que sea uno de los sistemas con los que la población está más satisfecha es un reflejo de ello. Asturias cuenta con una estructura amplia de centros de salud, puntos de atención continuada, hospitales... y con un entramado institucional muy complejo. Este potencial se advierte en la forma en la que el sistema ha podido soportar y dar una respuesta ágil a las necesidades generadas de una forma tan abrupta e inesperada como ha ocurrido durante la pandemia. Ahora bien, también es cierto que hay unas problemáticas de fondo que se vienen arrastrando desde hace tiempo y que tras la pandemia se han visto agravadas.

Que son...

Las más evidentes son la carencia de personal y la congestión de la atención primaria.

¿Qué le sucede a la atención primaria?

Diría que la atención primaria sufre una crisis de identidad y un agotamiento que la están conduciendo hacia una encrucijada. Algunos de sus rasgos definitorios peligran desde hace tiempo.

¿A cuáles se refiere?

A la cercanía, a la continuidad en el tiempo de la relación entre profesional sanitario y paciente, y una actividad centrada en fomentar la salud y prevenir los problemas potenciales.

¿Por qué ocurre esto?

Las razones son varias: el aumento de la demanda asistencial, la limitación de los recursos, y la inestabilidad y la rotación de la plantilla. Los tiempos de espera se alargan, mientras la duración de las consultas se ajusta cada vez más, ante la impotencia de los profesionales y la indefensión de los pacientes. Por otro lado, se actúa sobre los problemas existentes, donde lo agudo y lo que requiere inmediatez ocupan el grueso de la actividad. Lamentablemente, esto hace que lo preventivo, lo que constituye una inversión a futuro, quede relegado a un segundo plano o directamente desaparezca de las agendas. Todo esto empobrece el vínculo, la relación clínica, y repercute en la calidad asistencial.

¿Eso explica el malestar entre los profesionales?

Creo que las quejas de los profesionales corresponden a la falta de oportunidad para ejercer de acuerdo a lo que uno siente que debe hacer, a cómo uno entiende su profesión y al cansancio tras un sobreesfuerzo físico y mental. Es un grito por el quiero y no puedo y el empeoramiento de las condiciones laborales.

¿Qué cambios implantaría usted en la organización y el funcionamiento de la atención primaria?

Reforzaría los centros de salud, tanto en dotación de recursos como en su papel en el conjunto del sistema. Es lo que ha resultado más eficaz y útil para mejorar la salud de la población.

Un estudio llevado a cabo por el Centro de Investigación de Noruega (Norce) afirmaba textualmente: "La continuidad de la atención por parte de un médico de familia se asocia a una reducción de la necesidad de servicios asistenciales fuera de horario y de hospitalización, y a la disminución de la mortalidad". Si la continuidad longitudinal se mantiene durante más de 15 años, la probabilidad de acudir a urgencias, ingresar y morir cae entre un 25 y un 30 por ciento.

Estos datos invitan a planificar a más largo plazo...

Claro. La hipótesis a la que nos conduciría la lectura inversa es devastadora: que el deterioro de la atención primaria conllevaría el aumento de la mortalidad y de las probabilidades de ingresar y de acudir a urgencias. No es casual el fenómeno que está teniendo lugar en las últimas semanas en los hospitales asturianos: las urgencias están desbordadas.

¿Cómo se deben gestionar los recursos disponibles?

Lógicamente, hay que pensar que son finitos, por lo que resulta ineludible establecer prioridades. Aquello que se destina a un fin, no irá a otro. Si los esfuerzos y la inversión se dirigen hacia los efectos en vez de a las causas, la situación, lejos de solucionarse, seguirá empeorando. Sería deseable una apuesta firme por los centros de salud, adecuando las plantillas, manteniendo su carácter integral y ampliando su franja horaria, para que se puedan asumir todas las funciones que les son encomendadas con calidad. Esto es mucho mejor que hipertrofiar los servicios de urgencias y atención continuada o crear servicios de apoyo que asumen parte de la actividad propia de los centros de salud.

¿Están desaprovechadas las capacidades del personal de enfermería?

Diría que sí. El potencial es enorme.

¿Qué otras competencias podrían asumir?

Voy a centrarme en el ámbito de la atención primaria para destacar dos aspectos en los que las enfermeras podrían aportar un mayor valor. La primera es la atención a los procesos de salud crónicos. El sistema que tenemos es muy bueno resolviendo problemas agudos y actuando sobre lo episódico. Sin embargo, le cuesta más garantizar la continuidad, o sea, la coordinación de la atención entre niveles asistenciales y servicios, y el establecimiento de referentes en la atención que se mantengan en el tiempo. También la cuesta la atención a procesos integrados, superando la división por enfermedades o aparatos y las actuaciones paralelas. Si se potenciaran las competencias de las enfermeras en materia de seguimiento y gestión de casos desde la atención primaria, sería posible dar este salto cualitativo.

¿Segunda línea de actuación?

Las actividades de promoción de la salud y prevención de la enfermedad. Una de las enseñanzas que nos ha dejado la pandemia es que la salud se construye en un contexto, en un entorno y una sociedad. La atención primaria, en general, y las enfermeras, en particular, son el recurso idóneo para influir y participar en diferentes espacios de la comunidad. Es necesario crear ambientes y dinámicas diferentes a lo que es el tú a tú de la consulta, como los talleres grupales o la actividad comunitaria para llegar a más población e influir eficazmente en los determinantes de salud.

La enfermería de todo el país está reclamando un cambio de estatus laboral y profesional.

Las reivindicaciones principales son aumentar la financiación pública destinada a sanidad, garantizar la seguridad y la calidad asistencial y contar con una dotación suficiente y adecuada de enfermeras en los servicios de salud. Se calcula que en España hay un déficit de 120.000 enfermeras.

El desarrollo pleno de las especialidades de enfermería es otro de los reclamos.

Por otra parte, se solicita el reconocimiento de las enfermeras en el grupo A.

¿Puede explicar esta demanda?

La distinción antigua de los estudios universitarios, licenciaturas y diplomaturas, se reflejaba en el organigrama de las instituciones sanitarias, implicando limitaciones para acceder a ciertos puestos de responsabilidad para los segundos, entre otros. Con la nueva regulación, todas las titulaciones se unificaron como grado y ajustaron su número de créditos y la duración. En el caso de la Enfermería, supuso aumentar el marco competencial, y alcanzar un modelo profesional y académico con el mayor rango universitario: doctorado. Grosso modo, se pide adaptar y equiparar el escenario laboral al académico.

¿Es correcto decir que las enfermeras quieren ser consideradas, tratadas y remuneradas como los médicos?

Creo que no. Las enfermeras queremos ser consideradas, tratadas y remuneradas como nos merecemos. Lo adecuado y lo justo no dependen de una comparativa, sino de lo que es sensato y razonable. Es algo intrínseco.

¿Considera adecuada la articulación actual del trabajo de médicos y enfermeras o estima que habría que redefinir los roles?

No creo que sea posible alcanzar una depuración teórica que conduzca a reglas fijas y estáticas. Entiendo que la identidad de ambas es cambiante, como lo son también sus respectivas prácticas. Los espacios limítrofes no siempre tienen, ni tendrán, una demarcación clara, por lo que la articulación estructural y funcional necesitará seguir adaptándose.

Desde hace años escasean las enfermeras en toda España y en toda Europa.

Principalmente se debe a un mayor requerimiento por parte del sistema debido a las características y necesidades de la población, y a un desequilibrio entre la demanda de los sistemas socio-sanitarios y la oferta formativa de las universidades. A corto plazo, el sistema debería optimizar a las enfermeras que tiene, ir aumentando las plazas universitarias para que vayamos acercándonos a la simetría y podamos garantizar la provisión en el futuro y mejorar las condiciones laborales.

El Gobierno de Asturias por fin crea la figura del enfermero especialista. ¿Cómo debería desarrollarla, a su juicio?

Una estupenda noticia, sin duda. Previsiblemente, la creación de las categorías será efectiva este año. Otra cosa será la implantación en el sistema. Las plazas de la antigua categoría tienen que ir integrándose en las nuevas. El campo de la Enfermería, hasta ahora unificado, se irá fragmentando gradualmente, dando paso a un modelo organizado por especialidades. Al igual que ocurre con las matronas, que ya cuentan con esta distinción desde hace años, se distinguirán cinco nuevos subcampos: pediatría, geriatría, familiar y comunitaria, trabajo y salud mental.

¿A qué ritmo avanzarán estos cambios?

Completar el proceso e integrar todas las plazas de cada campo no es algo que se pueda hacer de inmediato, sino que conllevará varios años. Conviene que el ritmo sea más acelerado al principio, para poder situar a las especialistas tituladas y tratar de que quien esté específicamente formado en un campo pueda dedicarse a él. El colectivo es numeroso; cerca de 400 profesionales formados a través del sistema de residencia y cerca de 2.000 mediante el acceso extraordinario para la homologación, entre las cinco especialidades en Asturias. Ahora viene el macroproceso de estabilización de interinos...Sí, y sería razonable aprovechar la oportunidad y que en las próximas convocatorias ya se tuvieran en cuenta las nuevas categorías. Sería incoherente que, tras este reconocimiento, el sistema siguiera permitiendo que un especialista en salud mental termine en pediatría o que alguien formado en enfermería familiar y comunitaria sea destinado a una planta de geriatría. Los profesionales son el recurso más preciado de la sanidad. No hay longitudinalidad, equidad, ni calidad asistencial con una plantilla inestable y con una gestión que no aprovecha el potencial del personal.

¿Puede relatar alguna vivencia con pacientes que le haya dejado una huella especial?

Podría contar muchas. Por ejemplo, recuerdo que en una ocasión uno de mis pacientes me regaló una caja de bombones. Refiriéndose al equipo del centro de salud, me dijo que nos veía cansados y saturados y que quería tener un detalle con nosotros. Se disculpó por acudir a curar una herida. Temía que estuviera infectada y no le quedó otra que pedir cita.

Su reacción me pilló por sorpresa, no porque la impresión no fuera acertada, sino por el hecho de que, quien había venido para recibir atención, también la había prestado. Hay una línea fina, al mismo tiempo que nítida, que separa la gratitud, el reconocimiento y la compasión. Y aquello se parecía a lo último. Me sentí impotente y, en cierta manera, desacreditada.

Me hizo reflexionar.

¿Y qué conclusión obtuvo?

Me pareció peligroso. Me pregunté cómo se nos verá desde el otro lado de la mesa. Me planteé si ese clima, la compasión por unos profesionales que están cansados o que no dan abasto, es adecuado y justo para quien necesita atención. ¿Es razonable pedir a quien no está en disposición de poder dar? ¿Hay suficiente espacio y libertad para ayudar, hablar, construir...? Todavía me lo sigo preguntando.

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