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Bravos para María Menéndez, la voz que ya no canta, ahogada por el ELA, de la Coral "San Félix" de Lugones

La mujer vive “un día increíble” con el homenaje que le dedicaron sus compañeros sobre el escenario del Centro Polivalente y que sirvió para visibilizar la enfermedad

María Menéndez, un ejemplo de superación tras 11 meses con ELA

María Menéndez con su hijo Jorge Rodríguez, en el Centro Polivalente de Lugones. Elena Vélez

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María Menéndez con su hijo Jorge Rodríguez, en el Centro Polivalente de Lugones. Tino Pertierra

Se quedó sin voz pero canta con la mirada. María Menéndez, contralto de la Coral Polifónica “San Félix” de Lugones, afronta la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) con bravura. Ayer vivió una velada “increíble” de música, orgullo y lucha en el concierto “La ELA existe” en el Centro Polivalente de Lugones. El Coro de su vida subió al escenario, y ella también. Fue un homenaje, pero también una jornada divulgativa con intervenciones de médicos, pacientes y familiares. Rendirse no es una opción. Cerrar los ojos a la realidad, tampoco.

Menéndez al  final del acto.

Menéndez al final del acto.

¿Quién es ese hombre que no se separa nunca de María Menéndez? Se llama Jorge Rodríguez. Su hijo. El mundo se le vino encima hace pocos meses, cuando diagnosticaron la enfermedad a su madre, pero en los genes lleva el coraje y la determinación. En una jornada de sorpresas, le tenía reservada una a María, que se dio cuenta en seguida, a pesar de la máscara, de que... “sí, me afeité”. Y ella le acaricia una mejilla con la mano. Ternura infinita.

Velada de coraje y ternura, sí. Al compás de la música de un Coro que siente devoción por su contralto ahora silenciosa. María Menéndez se atreve con todo, incluso a salir a escena y aguantar a pie firme tres canciones. “Una lágrima”, “Volar”, “Flores de amor”. Moviendo ligeramente el cuerpo y una mano. Sin perder ni un detalle. “¡No se te escapa una!”, le diría luego una compañera, porque María, que tiene “muy buen oído y es muy exigente”, según su hijo, detecta al instante cualquier desajuste.

La emoción con la que describió, escrito en su tablet, el día vivido.

Bajo la dirección de Iván Carriedo, la Coral sabe que es una ocasión muy especial para su María. “¡La que montaste!”, le dicen para honrar su decisión de poner en pie la idea. Y los ojos de María brillan en la penumbra. No hay cansancio que valga: vaya mañana de visitas al HUCA. Todo cuesta más. Todo irá costando más. En septiembre iba andando al hospital. Ahora, llegar a un banco a 150 metros es una odisea.

Tras seis canciones, una mesa en el escenario para testimonios e información. Juan Salas, psicólogo, recordó la importancia del verbo aliviar. ¿Curar? A veces. ¿Consolar y acompañar? Siempre. Después, los pelos de punta con las palabras escritas por Iván Palacio, geógrafo que en 2018 empezó a tener los primeros síntomas. Y en 2019, la confirmación. Pidió disculpas por “si se me cae la baba. Es que la ELA aumenta la saliva”.

¿Cansados de confinamiento? Eso es el día a día de un enfermo de ELA. “Dependemos de otros”. El mundo se hace cada vez más pequeño. Es “la enfermedad de la última vez”. La última vez que puedes hacer algo. La última vez que vas a la compra. La última vez que nadas. “No habrá otra oportunidad. Resistir es lo único que podemos hacer”. Y una advertencia: “Somos los mismos que antes de enfermar. No somos otros”.

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María Menéndez, la voz ahogada por el ELA que hizo cantar al coro de "San Félix" Fernando Rodríguez

El neurólogo Alberto García dio una breve clase magistral sobre la(s) ELA y la “conspiración tramada por los genes, el ambiente y el tiempo”. Y Jorge Rodríguez, hijo de la homenajeada, contó cómo su madre fue a una revisión en el HUCA porque recibió un trasplante de hígado hace años, y allí le detectaron la ELA: “Lo más duro como hijo es resignarme. Asumir lo que va a pasar. Que no hay clavos ardiendo. Ella es consciente, hay cosas que puede hacer y que algún día no será así”. Él sabía que ella era una mujer “luchadora, currante, buena gente”. Qué orgullo. Ahora pasan mucho más tiempo juntos que nunca. Inseparables y bien acompañados por su esposa, Marta Álvarez, que “no falla nunca”, frente a una “enfermedad tan injusta, porque ella está bien de la cabeza y ve cómo se va deteriorando”.

María Menéndez, en el centro. | FERNANDO RODRÍGUEZ

Sorpresa final: un ramo de flores para María Menéndez y una canción que la conmueve: “Mocina, dame un besín”. Ovaciones, bravos para la bravura de una mujer que deja el escenario emocionada y feliz. En la tablet con lápiz táctil que sustituye su voz resume para LA NUEVA ESPAÑA cómo se siente: “Un día increíble en mi vida”.

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