Hace un tiempo pude escuchar esta observación: «Cuidado con ese sacerdote, que es sociólogo». No hablaban de ningún presbítero asturiano y la prevención que mostraba dicha frase era equivalente a la que una parte del catolicismo siente ante la combinación del término cura con otra profesión o especialización. Y no digamos nada si el combinado es cura obrero, aunque van quedando muy pocos.

Una nueva sensibilidad eclesial desea el cura cura; si acaso, canonista, liturgista, escriturista..., pero casi siempre con especializaciones divinas.

Ahora bien, cierto es que el cura sociólogo posee un plus de peligrosidad a ojos de la estricta observancia, ya que habrá estudiado a los enemigos de la religión, o a sus relativizadores, y habrá tocado metodologías ateas y, quién sabe, hasta marxistas.

En cambio, vistas la cosas desde una perspectiva menos alarmista, un cura sociólogo explorará en mundo y lo comparará con la Doctrina Social de la Iglesia, que es el último código enterito que ha sobrevivido a la caída de ideales acaecida en el remate final del siglo XX y en el comienzo del XXI.

Viene esto a cuento de que el sacerdote sociólogo José Ramón Álvarez acaba de ser destituido como responsable del departamento correspondiente en el Arzobispado. Cinco años atrás otro sacerdote sociólogo, José Manuel Parrilla, fue separado de la Escuela Social de la Iglesia, que entró en vía muerta y permanece difunta, aunque de cuerpo presente en el recuerdo de muchos.

Hay una tradición social en la Iglesia asturiana que no debería perderse y es precisamente la Doctrina Social la que siempre la requiere, aunque no ocupe un lugar destacado en las agendas de numerosos obispos españoles.

Además de estas ideas generales, en el desplazamiento de los dos sociólogos diocesanos existe un elemento personal que no debe olvidarse: estudiaron Sociología porque la Iglesia de Asturias y sus pastores los enviaron a ello.

Aparte de este caso de los sociólogos, la actualidad eclesial asturiana se ha acelerado en las últimas horas por un asunto de celibato que ha hecho reverdecer la polémica de las opciones personales de los sacerdotes. Pero, es curioso: en esta España de matriz latina, y con un relativo sentimiento trágico de la vida, sigue asustando más un cura sociólogo a algunas jerarquías que un cura con familia al pueblo fiel.