Cuando más de 300 diseñadores gráficos se aplican a la tarea de llevar una de las herramientas centrales de su trabajo, la letra, más allá de sus funciones habituales, surge algo como «El diseño dice»: una multiforme, compleja y bella exposición que desde ayer se puede disfrutar en dos de las dependencias del Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón. El marco de las jornadas de diseño Motiva-08, que se han iniciado esta misma semana, ha servido de contenedor para una muestra que se proyectó en 2004 por di_mad, la Asociación de Diseñadores Gráficos de Madrid, y que hace estallar en todas direcciones las posibilidades comunicativas, expresivas, artísticas, formales o sociales de un elemento aparentemente pequeño y humilde, de puro asumido, que constituye sin embargo una de las grandes creaciones de la humanidad.

Los huéspedes han tenido que exprimir al máximo el espacio del Antiguo Instituto para acomodar el aluvión creativo que les ha venido de Madrid, y que llega a ser apabullante. Así lo confesó la directora de la Fundación Municipal de Cultura, Pilar González Lafita, en un acto inaugural que contó también con la presencia de la recién estrenada directora de Motiva, Blanca Prendes; el director de la Escuela de Arte de Oviedo, Alfonso Granda; la diseñadora y vocal de di_mad Miryam Aulló, y la coordinadora de la muestra, María Cuevas. Fue esta última la encargada de pormenorizar los contenidos de la exposición, comisariada por Manuel Estrada y cuyo objetivo último es, según Aulló, «que los ciudadanos comprendan la labor del diseño y la importancia que tiene en la vida cotidiana de las personas».

La almendra ideológica y conceptual de «El diseño dice» se contiene en las doce grandes letras tridimensionales diseñadas por el propio Manuel Estrada que ocupan el patio central del Antiguo Instituto, ocupadas, a su vez, por las letras que componen los textos escritos por el propio autor y Fernando Beltrán. En ellas se capitula un «Decálogo apasionado», que resume el alcance cultural de la actividad de los diseñadores desde diversos conceptos, organizados como un acróstico: entorno, letra, diseño, idea, sociedad, economía?

En torno a este núcleo duro de «El diseño dice» se organizan las aportaciones de grandes nombres del diseño español -desde Alberto Corazón hasta Óscar Mariné, desde Roberto Turégano a Isidro Ferrer-, que se han exprimido al máximo para concebir montajes en los que la letra trasciende con mucho sus funciones habituales y se convierte en soporte, forma artística, material crítico o simplemente objeto manipulado. Se muestran piezas como la de Miryam Aulló, entre la literatura y la instalación; esculturas ingrávidas como la caja de luz sobre papel caligrafiado de Jacobo Pérez-Enciso; una bellísima «historia sinóptica de la letra a través de fuentes digitales actuales», ideada por José María Cerezo; sendos cubos gráficos de muy distinta naturaleza firmados por Roberto Turégano y Óscar Mariné-OMB?

Entre los numerosos proyectos llama particularmente la atención por su carácter abierto «Ciudad escrita», una plataforma coordinada por Belén González Riaza en torno a todas las aportaciones que se quieran realizar, vía internet, a la gráfica urbana en cualquiera de sus dimensiones (www.ciudadescrita.org). Pero quizá la mayor caja de sorpresas aguarda en la Sala 1, convertida en una verdadera fiesta de la creatividad a través de la letra. Se exhiben en ella trabajos exquisitamente tecnológicos, juegos interactivos que permiten literalmente hacer volar por los aires un enjambre de letras virtuales, pantallas táctiles y otras donde, en presentaciones digitales, se repasa a través de varios hitos de la creatividad tipográfica del pasado siglo la historia de la fascinación artística ante las potencias de la letra impresa, desde el futurista Marinetti hasta la actualidad.