Oviedo, Javier NEIRA

El arzobispo italiano Luigi de Magistris ha revelado que Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano en el año 1921 y una de las grandes autoridades del movimiento comunista internacional, abrazó la fe católica antes de morir en el año 1937. El anuncio está desatando una viva polémica en Italia y en general en los países europeos.

Según De Magistris, Gramsci, en la habitación de la clínica romana donde murió -después de pasar una década encarcelado-, tenía una estampita de Santa Teresa del Niño Jesús, y las monjas que le atendían solían acercar una imagen del Niño Jesús a los enfermos para que la besaran.

En una ocasión, al ver que las monjas no se la llevaban, ha indicado De Magistris, Gramsci protestó: «¿Por qué no me la habéis traído?». El arzobispo añadió que «entonces le acercaron una imagen del Niño Jesús y Gramsci la besó», ha afirmado De Magistris que añadió, concretando, que «Gramsci murió con los sacramentos y regresó a la fe de su infancia. La misericordia de Dios nos persigue santamente».

LA NUEVA ESPAÑA ha recabado valoraciones sobre esta hipotética novedad histórica, obteniendo resultados desiguales pero en todos los casos muy interesantes.

El filófoso asturiano Gustavo Bueno fue muy claro: «no me sorprende nada». Bueno explicó que Gramsci veía a la Iglesia católica como un conjunto de intelectuales orgánicos. «Su materialismo está muy influido por Croce que a su vez está influido por Hegel. Considera que tenemos conciencia del mundo exterior porque nos lo han enseñado no porque lo sepamos y eso es bastante raro en un materialista. Enlaza con el pensamiento cristiano de Malebranche, según el cual sabemos del mundo por lo que dice la Biblia. Es su tesis frente a Descartes para quien el mundo es pura deducción. Para Malebranche es pura revelación. Incluso se dice que en Malebranche está el embrión del idealismo. De ahí deduce Gramsci su teoría de la superestructura y de los intelectuales orgánicos».

Bueno cree que «el materialismo dialéctico comete un gran error al ver el arte y demás como resultado de los planes quinquenales. Es interesante que al contrario que Gramsci, Lenin consideraba tonto combatir a la Iglesia, a la religión, porque iba a desaparecer sin más como resultado de la revolución. Pero Gramsci, no. En su día, a inicios de los 70, cuando se publicaron los "Grundrisse" de Marx escribí en "Sistema" un artículo diciendo que el materialismo histórico tiene el mismo campo que la Filosofía del Espíritu de Hegel. Me tacharon de pequeño burgués. Pero es que el marxismo no tiene sentido sin Hegel. Esa tesis me situaba frente a Althusser y su conocida teoría del corte epistemológico. Por eso no me extraña que Gramsci se haya convertido al catolicismo al final de su vida».

Por su parte, José María Laso, autoridad internacional en Gramsci, señaló que «que esa conversión es totalmente inverosímil. La Iglesia suele aprovechar a gente ya sin facultades para fingir una conversión. Gramsci tenía una concepción ideológica atea. Combatió a lo largo de toda su vida al catolicismo al que consideraba causa de la decadencia de los intelectuales italianos. De ahí se deduce que esa conversión que ahora anuncian es una falsificación con fines ideológicos. Creería antes que se convirtió al budismo que al catolicismo».

Alejandro Soler Castellblanch, párroco de la Sagrada Familia de Las Vegas, en Corvera, y juez eclesiástico, afirmó que la noticia le había dejado perplejo «no hay documentación. No está claro. Y menos después de tantos años. Pero la fe es un don gratuito de Dios, se puede perder, habitualmente de forma culpable, y recuperar. El converso más destacado es San Agustín. Si se convierte un personaje público no se debe usar como trofeo de caza. Es algo personal e íntimo. Si consta, se dice, pero sin utilizar ese hecho para una batalla ideológica. Hay comunistas creyentes aunque se trata de una ideología perversa. Y personas como mi abuelo, por ejemplo, que era ateo y sólo respetaba a las monjas de los asilos. Pero en el último momento cogió un crucifijo con fuerza y así murió. El precio de la salvación es la sangre de Cristo así que el Padre debe ver con infinita ternura a un pecador que está a punto de condenarse».

Desde otro punto de vista, David Ruiz, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo, destacó que «Gramsci estuvo en la cárcel los últimos años de su vida. Allí desarrolló sus ideas como la relativa a la famosa hegemonía, imprescindible para hacerse con el poder. Ya no vale una insurrección. El cambio, pacífico, debe venir de la mano de inmensas muchedumbres. Una reflexión realizada en Italia tras el nuevo Estado de Garibaldi. Un tipo de marxismo con la manga tan ancha que enlaza con la dialéctica de don Camilo y Peppone. Entonces se empezaba a gestar el compromiso histórico. Muchos años después, recuerdo en la revista "Triunfo" aquella foto de Berlinguer, el secretario general del PCI, acompañando a su mujer, católica practicante, a misa de doce. La dejaba en el templo y la recogía a la salida. Gramsci, de confirmarse lo que dice el arzobispo, recordaría al Leopoldo Alas final, un espiritualista en toda regla que de todos modos no llamó al obispo para que le confesase. Ni Clarín ni su sobrino médico Alfredo Martínez llaman al cura. No hubo confesión. En el caso de Gramsci habría que ver las concretas circunstancias de su muerte. El entorno que se describe es verosímil. Dicen ahora que se logró un arrepentimiento. También lo dijeron de Ortega. El ateo oficial de Vetusta, inspirado en Ríos, un antepasado de Cheni Uría, se mantuvo al margen de la Iglesia católica hasta el final de sus días, fue coherente. La cultura católica, como diría Gramsci, impregna toda la sociedad italiana».

El arzobispo De Magistris reveló la conversión final del fundador del Partido Comunista de Italia durante la presentación del nuevo «Catálogo de santos y estampitas», en Radio Vaticana, y afirmó que «el mundo de la hoz y el martillo prefirió silenciar los hechos».

En Italia la polémica sigue creciendo. El filósofo y presidente de la Fundación del Instituto Gramsci, Beppe Vacca, ha indicado que «los documentos éditos e inéditos sobre las últimas horas y la muerte de Antonio Gramsci son muchos y en ninguno de ellos consta la tesis de su conversión. Existen algunas cartas de Tania a Sraffa que describen minuciosa y detalladamente la enfermedad y los últimos días del fundador del Partido Comunista Italiano, y en ellas no se habla de nada de esto. Tampoco se menciona el tema en ninguno de los documentos policiales, ni tampoco en una carta del hermano Carlo a Togliatti, en la que queda reflejada la voluntad de Gramsci de ser incinerado. Cosa que en un principio tuvo algún que otro obstáculo, precisamente porque no era creyente».

«No me sorprende la conversión, su materialismo estaba influido por Hegel»

<Gustavo Bueno >

Filósofo

«La Iglesia suele aprovechar a gente ya sin facultades para fingir una conversión»

<José María Laso >

Intelectual marxista

«Recuerda al Leopoldo Alas final, un espiritualista que sin embargo no confesó»

<David Ruiz >

Historiador