Saskia Sassen, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, animó ayer a "hacer política", que es una forma de "hacer ciudadanía", "ocupar territorios y participar". Y, de paso, no creernos una palabra cuando políticos y financieros nos hablan de austeridad. La frase es suya y no tiene desperdicio: "La austeridad es una transferencia de recursos: se los quitan al ciudadano y se los dan a los bancos".

Sassen participó ayer en un debate ciudadano en el claustro del Museo Arqueológico en Oviedo. En el exterior, jóvenes del Conservatorio y participantes en la huelga de educación coreaban ese viejo eslogan de "No es una crisis, es una estafa".

Así que la ponente de dentro y los indignados de fuera tenían cosas en común. Los prolegómenos de un acto que se iba a celebrar en plena plaza de Feijoo pero que la climatología aconsejó ponerlo a cubierto. La comitiva de la socióloga holandesa cruzó a pie entre la ruidosa concentración de los estudiantes. Saskia Sassen pidió silencio, manos en alto, y habló: "voy a donar el importe de este premio a instituciones que lo necesitan". Son 50.000 euros. Y las primeras beneficiadas fueron las monjas de la Cocina Económica de Oviedo, ubicada allí mismo, que la saludaron y consiguieron extraerle la promesa de ayuda.

Ya en el acto, que fue presentado por el periodista Juan Ramón Lucas, Saskia Sassen explicó que "es más inteligente aceptar un premio y donar su importe como modesta contribución", y lanzó un mensaje a navegantes: "creo que es una buena idea para otros".

Sobre las manifestaciones en Asturias que la han acompañado durante toda la jornada de ayer: "son movimientos sociales que yo apoyo" en momentos de "eliminación de recursos" a la educación. "El problema está en si tratamos la enseñanza como una forma de empresa o como una forma de desarrollo. Estudiar no es solo para lograr un puesto de trabajo".

Junto a Saskia Sassen participaron en el debate su marido Richard Sennett, profesor de sociología de la Universidad de Nueva York; Jesús de Miguel, catedrático de Sociología de la Universidad de barcelona, y Sandra Dema, profesora de Sociología de la Universidad de Oviedo. El claustro, lleno, y Saskia, con su voz porteña (habla perfectamente español porque vivió en La Argentina) en su salsa y ejerciendo de traductora de su marido.

A Saskia Sassen las manifestaciones ciudadanas ante el atropello permanente no le molestan en absoluto. "En los Estados Unidos no las hay pero debería haberlas". La premio Príncipe de Asturias, a la que la socióloga de la Universidad de Oviedo Sandra Dema, calificó de "mujer solvente, sugerente e inspiradora", animó a "recuperar la calle", entendida ésta como "el espacio donde se mezclan mundos", el escenario ideal "donde los "sin poder" son capaces de hacer historia".

El profesor Jesús de Miguel planteó la paradoja de una globalización que iba a abrir las puertas de la igualdad y que significó todo lo contrario, pero Saskia Sassen recordó que ya en los años ochenta esa globalización incipiente "generó desigualdades" en Europa, América Latina y Norteamérica "pero al menos había niveles intermedios de la economía, donde el sistema te reconocía si trabajabas bien y te permitía avanzar". Ya no.

Acostumbrarse a los derechos es mala cosa porque de repente llegan las rebajas. Los derechos de siempre, "nos dicen que son lujos". "El estado del bienestar no cayó del cielo -afirmó- sino que hubo que luchar mucho para conseguirlo, y ahora se nos está desmoronando delante de nuestros ojos", con un principal actor en este drama de la crisis, lo que Sassen denomina "la clase media modesta".

La batalla se libra en muchos campos de batalla. Alguien del público habló de las nuevas tecnologías. Las corporaciones toman espacio tecnológico para sus intereses, "pero lo tecnológico tiene que ser un primer paso de movilización", explicó.

Buena parte de los jóvenes que se manifestaron en el exterior del museo entraron al acto, pancarta incluida, durante algunos minutos, sin que se produjera el más mínimo incidente.