El tesoro de la fragata "Nuestra Señora de las Mercedes" va saliendo a flote en aguas del golfo de Cádiz, pero esta vez son investigadores españoles los que desentierran los bienes de la embarcación hundida en 1804 por la marina inglesa, que quiso expoliar el cazatesoros Odyssey en 2007.

Una expedición acaba de recuperar un cañón de bronce y once piezas más, entre las que se encuentran una maja de almirez de oro, una palmatoria de plata, tres cucharas, un tenedor y tres platos de plata. Los objetos recuperados han sido seleccionados por el peligro de desaparición y porque permitirán documentar aspectos de la vida a bordo de la fragata, hundida a 1.136 metros de profundidad. En el lugar donde reposa ya no quedan restos de la madera del casco o de otras partes del barco, pero sí se descubrieron 21 cañones de hierro muy oxidados, 148 de los 800 lingotes de estaño, dos culebrinas -pieza de artillería que se caracterizaba por tener un largo tubo que llegaba a medir hasta 35 veces su calibre- y tres anclas, entre otros objetos.

La campaña subacuática, que comenzó el pasado día 18, depositó en el lugar una placa de bronce en memoria de las 249 personas que desaparecieron en aquella batalla con el texto: "En recuerdo de las víctimas de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes que fallecieron el 5 de octubre de 1804".

El ministro de Educación y Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, que asistió ayer a la presentación de los materiales rescatados, afirmó que esta expedición fue pionera en cuanto a la técnica utilizada y que su éxito podrá servir para iniciar otras misiones orientadas a encontrar pecios que no hayan sido expoliados como sucedió con éste.

Sin descartar la posibilidad de llevar a juicio a la empresa Odyssey por los daños al pecio, el Ministro dijo que había que ser cautos, pero que pondría el asunto en manos del ministro de Justicia, mientras que el director de la campaña, Iván Negueruelo, advirtió que se desconoce el estado del barco antes de que llegara el Odyssey, pero "ésta es la mejor manera de plantarles cara".

Uno de los daños documentados fue el empleo por la empresa Odyssey de grandes palas de hierro con las que barrió el suelo marino para arrastrar todas las monedas que expoliaron de su fondo.

Un equipo de científicos integrado por personal del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua), que dirige Negueruelo, así como otros del Instituto Español de Oceanografía y del Museo Naval de la Armada y expertos en el manejo de un vehículo submarino por control remoto y en filmación participaron en esta expedición a bordo del buque "Ángeles Alvariño". Se realizó un mapa oceanográfico y otro arqueológico con la posición de todas las piezas encontradas que aún permanecen en el fondo del mar, mientras que otras se sacaron para documentar aspectos de la vida a bordo de la fragata.

Estos materiales, tras su restauración en los laboratorios del Arqua, pasarán a formar parte de la colección del museo, y una película en muy alta definición se dará a conocer dentro de unos días para que el público sepa con detalle lo que queda actualmente en la fragata hundida. El ministro viajó a Cartagena para recibir al buque oceanográfico que realizó la misión y para conocer de primera mano los detalles y resultados preliminares de la investigación, la primera excavación subacuática a más de 1.100 metros de profundidad realizada por un Estado miembro de la UE.

La campaña se realizó a lo largo de cinco días de buena marea en un fondo plano en el que la rutina era bajar el robot submarino "Liropus 2000", que tardaba una hora en recorrer los más de mil metros de profundidad para poder observar objetos que en su mayoría no han aguantado los 211 años que llevan sumergidos y que presentan un estado de oxidación y corrosión que haría inviable su restauración, no así al cañón de bronce rescatado.

Una de las pruebas argumentales para asegurar que se trataba de "Nuestra Señora de las Mercedes" es la existencia de culebrinas, ya que ningún barco del XIX las llevaba, explicó Negueruelo, y en este caso se trata de unas piezas de 2,40 metros con delfines rampantes en las asas, con un peso de 1.100 kilogramos que impidió en esta expedición su extracción. Los científicos limpiaron en el fondo del mar alguna parte de las piezas para valorar y decidir si se extraían, mientras que las palas que recogían las piezas fueron forradas con cuidado para evitar el más mínimo rasguño, lo que contrasta con las técnicas del Odyssey, empresa que no se llevó los lingotes porque su cotización de venta por internet no es rentable para ella.

El almirante del arsenal de Cartagena, Fernando Zumalacárregui, señaló que esta expedición supone una nueva era y el fin de un proceso que se inició con una investigación en el Museo Naval, gracias a cuya colaboración se llegó a recuperar parte de lo que fue el expolio "y del desastre que cometió Odyssey". Añadió que lo que se produjo no sólo fue un expolio científico, sino también moral, porque era la tumba "de nuestros antepasados que se enfrentaron defendiendo lo que era su patria".