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los grandes clásicos

Las tragedias de Eurípides

Más moderno que Sófocles y Esquilo, la riqueza escénica de "Medea" no tiene parangón en su tiempo

Las tragedias de Eurípides

Eurípides (480-406 a.C.) es el más joven de los trágicos y el de aspecto más moderno por las características de su teatro. Aunque debemos proceder con muchísimo cuidado al calificar como "moderno" a un escritor de hace 2.500 años. Debe tenerse en cuenta que los tres grandes trágicos fueron contemporáneos. Según una leyenda, Eurípides nació el día de la batalla de Salamina, en la que Esquilo combatió como guerrero y Sófocles cantó la victoria con los jóvenes del coro. De este modo se establecen las diferencias de edad entre ellos.

Pero la diferencia entre sus respectivos modos de abordar el teatro es considerable: si comparamos el aliento primitivo de "Las suplicantes" de Esquilo con la complejidad escénica de "Medea" de Eurípides, de complicada carpintería teatral con la aparición de la protagonista en un carro tirado por dragones alados, no parecen haber sido escritos en la misma época. En voz del Coro y su diálogo con el Corifeo evoluciona en poco tiempo al aumento del número de actores, la acción escénica, el montaje y la psicología, que señala la decadencia por obra de Eurípides. El teatro de Esquilo era la palabra, el de Sófocles el ser humano y el de Eurípides, el movimiento.

Esquilo pertenece a la edad antigua, a la época heroica. En su teatro rige el mundo de los dioses y de los héroes, de los personajes gigantescos. En Sófocles aquel mundo fragoroso se adapta a la altura humana; con Eurípides estamos ya en el terreno del hombre con toda su complejidad.

La tragedia ética se desarrolla en la Edad Heroica, con dos temas principales, el troyano (Agamenón) y el tebano (Edipo). Eurípides se adapta a esta imposición genérica: acepta el molde teatral pero rechaza el ritual sagrado. Como escribe Bowra: "A Eurípides le interesaba el hombre y veía en las divinidades símbolos de poderes naturales y ficciones engañosas". Estamos en un teatro laico. Sus personajes, aunque proceden del mundo antiguo, de la Guerra de Troya ("Helena", "Hécuba", "Ifigenia", "Las troyanas"), de la expedición de los Argonautas ("Medea"), de la leyenda de Heracles, etcétera, están humanizados, con sus grandezas y bajezas. Medea, poseída por el espíritu de venganza, o Fedra, por el amor ilegítimo, están muy lejos de la "virtud" de "Antígona". Son mujeres terribles que dieron a su autor fama de misógino, pero también de conocedor del alma femenina. No faltan la ternura de la esclava Andrómaca, la viuda de Héctor, ni personajes ridículos e innobles como Admeto, a quien Esquilo no hubiera admitido entre los de sus tragedias.

Siendo el más innovador, se le debe "Las bacantes", la tragedia más arcaica en la que evoca el frenesí, el caos y la furia de los rituales dionisíacos de los que nació la tragedia. Aunque las palabras con la que la cierra no pertenecen a la vieja época, sino a una época racionalista: "Muchas cosas que esperábamos, las diosas no las hacen. Lo que anhelantes esperamos, jamás viene. Inescrutable es el secreto de los dioses".

Se conservan diecinueve tragedias de Eurípides: más que la totalidad de las de Esquilo y de Sófocles, de las que se conservan siete de cada uno. A esta abundancia obedece que su teatro parezca más irregular que el de sus antecesores, debido a que, cuando hay muchas obras, es difícil que todas estén a la misma altura. Renovó ideas, técnica y lenguaje. Si Esquilo es un autor claramente del pasado, Eurípides, que cierra la gran tríada, lo fue de su tiempo y de toda época.

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