Oviedo, J. C. GEA

¿Hay un arte específicamente asturiano? ¿Existe algo en el contenido, el fondo o la forma de aquello que hacen los artistas de Asturias que señale de algún modo hacia el territorio en el que trabajan, hacia su tradición y su cultura? La pregunta quedó en el aire hace tres años, cuando la sala de exposiciones del Banco Herrero en Oviedo acogió la muestra «Una luz cambiante. Paisajes de Asturias» en busca de una respuesta vinculada a algo tan determinante en Asturias como su paisaje. Pero la contestación, según el comisario de aquella exposición, el crítico de arte Luis Feás, fue negativa. Ahora repite la pregunta, pero interpelando no a un tema, sino «al fondo y la forma» de la obra de 15 artistas que cubren, en la misma sala, medio siglo largo de arte asturiano: desde Joaquín Rubio Camín (1929-2007) hasta Guillermo Simón (1968). La respuesta esta vez es afirmativa. Y se resume en un término: «Norte».

En esa dirección común -«un Norte no geográfico, sino sentimental»- apuntan, según Luis Feás, todas las piezas de una atractiva muestra que reúne obras de los mencionados Camín y Simón junto a las de José Manuel Legazpi, Fernando Alba, José Manuel Núñez Arias, Manuel Rey Fueyo, Ánxel Nava, Hugo O'Donnell, Vicente Pastor, Adolfo Manzano, María Jesús Rodríguez, Antonio Gil Morán, Pablo Maojo, Javier Riera y Javier Victorero. Artistas que, jugando con las palabras, han «encontrado el Norte» para su obra, por oposición a todo extravío o «pérdida del Norte».

Dentro de su evidente variedad de supuestos y de formatos, que alternan pintura, escultura e instalación, los autores y las obras seleccionados comparten dos rasgos. Uno evidente: su adscripción a la abstracción. El otro sustenta el núcleo de esta exposición «de tesis»: un «aire de familia» que, según el comisario de «Norte», se enraíza «con un sentimiento de pertenencia afectiva y emocional» a un paisaje físico y cultural determinado, pero a la vez se integra en una concepción mucho más extensa de «lo norteño» que conecta estas obras con las de otros autores «gallegos, leoneses, cántabros o vascos» e incluso «galeses, escoceses, irlandeses o bretones». Y, aún más allá, con una tradición moderna que va del romanticismo nórdico a la abstracción lírica contemporánea, según el «concepto casi canónico de lo norteño» acuñado, con gran predicamento, por el historiador Robert Rosenblum en 1975.

Detrás de ese Norte compartido por obras que van desde el romántico Friedrich al expresionista Rothko es, según Feás, una categoría estética común: «Lo sublime, como un sentimiento conmovido, visceral, vinculado a los orígenes del hombre y a su relación con la Naturaleza como "Naturaleza Naturante": naturaleza que obra a través de la conciencia que el hombre tiene de ella. Y que, además, impregna todas estas obras de un tono afectivo que describe el célebre verso del santanderino Amós de Escalante: "Musa del Septentrión, melancolía", que bien podría ser el lema de una "escuela norteña" dispersa por todo el Arco Atlántico».

Desde esa impregnación de lo sublime, los quince autores seleccionados se acercan de modos muy distintos a la vivencia de esa naturaleza que a través de su obra parece convertirse en sujeto. Las alusiones al mar, al bosque, a la montaña, al corazón mineral de Asturias se evidencian en los temas y en el uso de materiales como la madera, el hierro, el acero o el carbón, empleados en bruto o sutilmente trabajados, pero recurrentes a lo largo de todo este «Norte».

La indagación emprendida en 2006 no concluye, con todo, en 2009. «Norte» forma parte de un ciclo de tres que debería concluir con una revisión de la aportación asturiana a la vanguardia y, en general, a «una nueva historia general del arte español». Su título: «Madre Asturias. Tradición, renovación y vanguardia (1898-1939)».