Pablo GALLEGO

Jorge de León decidió preparar las oposiciones a la Policía Municipal de Adeje, en Tenerife, por dos razones. Una, por la necesidad de comer y asegurar un puesto de trabajo. Otra, porque le permitía continuar con sus estudios de canto. «Admite turnos», aseguraba estos días. Ahora, tras su triunfo en el teatro Real de Madrid, podrá dejar a un lado la porra y la pistola. De León se ha convertido en la última sensación de la ópera. Aclamado por el público madrileño, ha sido capaz de eclipsar a Marcelo Álvarez en su despedida del Real. Un adiós adelantado por la cancelación del tenor argentino, que ha hecho las maletas rumbo a Londres. Y el elegido para sustituir a Álvarez en la función que hoy cierra las representaciones de la ópera de Giordano, no ha sido Fabio Armiliato, que se repartía con el argentino las funciones «nobles» de «Chénier», sino él. El tercero en discordia.

Jorge de León (Tenerife, 1970) es un corredor de fondo de la ópera. Y en Asturias ha vivido muchas de sus «carreras», hasta llegar a una meta que ha aparecido de repente, en Madrid, y que marca una nueva salida. De León conoce el Campoamor, las salas de concierto de Avilés y el teatro Filarmónica de Oviedo. Varias de sus visitas al Principado han estado asociadas a la zarzuela, un género que recibe con los brazos abiertos a los jóvenes cantantes españoles. Mucho más que la ópera. «En su última presencia aquí ya vimos su evolución», aseguran desde la dirección artística del Campoamor. Fue en junio de 2007, con la zarzuela de Ruperto Chapí «El rey que rabió». Él era el rey. Y ahora, para los aficionados de Madrid, lo es de nuevo.

Entre función y función, Jorge de León no ha parado de conceder entrevistas. En una época marcada por la escasez de voces para según qué papeles, hay interés por saber de dónde ha salido este tenor lírico-spinto. Un policía que ha conquistado el Real con un agudo que parece un dardo. En una agenda de compromisos que, de repente, ha empezado a estar abarrotada, De León reservó parte de su tiempo para conversar con «La Opinión de Tenerife», del mismo grupo que edita LA NUEVA ESPAÑA. «Fue todo una barbaridad, tremendo», aseguró el tenor sobre su debut en el coliseo madrileño. De León estaba en el teatro como «cover», contratado para sustituir a alguno de los tenores titulares -Marcelo Álvarez y Fabio Armiliato- por si algo pasaba. Y pasó. «En quince minutos cambié los vaqueros por la peluca de Chénier, y salí a cantar». El resto ya es historia del Real. El público madrileño, experto tanto en encumbrar como en hundir a cantantes, dio su beneplácito a De León, y el teatro rompió en aplausos. Les sorprendió su color. Su volumen. Una voz natural, aunque sin toda la técnica que hace falta para conseguir hacer una carrera como la de Marcelo Álvarez. De León ha saboreado ya el éxito. Los halagos. Pero tiene mucho trabajo por delante para no descuidar el estilo, la línea de canto, la técnica, el fraseo.

Desde su última visita al Principado han pasado menos de dos años. Y si su valedor en el Real ha sido Giancarlo del Mónaco, en Asturias ese puesto lo ocupa Carlos González Abeledo. El presidente de la Asociación Lírica Asturiana «Alfredo Kraus» cuenta con De León para todo. Primero, recitales en los cursos avilesinos de La Granda. Después, en sus homenajes a Kraus. El último, en octubre de 2008, aunque con peores críticas que en su anterior visita a la zarzuela. La voz del último «Chénier» estaba cambiando, y su explosión llegó un día en el que no tenía previsto cantar ni una nota.

Tras la sustitución de Álvarez, llegó su función. La única que había firmado. Estuvo más justo que en el debut, pero cumplió. En la del jueves, Álvarez decidió no cantar el último acto, y De León volvió a salir. A su lado, en el papel de Maddalena de Coigny ya no tenía a la soprano Anna Shafajinskaia, sino a una diva como Fiorenza Cedolins. Y hoy será suyo el honor de cerrar las funciones de «Andrea Chénier». Tras su éxito en el Real, De León procura mantenerse al margen de quienes ven en él a un nuevo Corelli. Afirma ser «un bebé» al lado de las grandes voces». Con el tiempo, quizá pocos recuerden que el elegido para el papel era Marcelo Álvarez. Y no él.