Director del documental «Bucarest. La memoria perdida», dedicado a su padre, el político Jordi Solé Tura

Avilés, Saúl FERNÁNDEZ

El periodista Albert Solé (Bucarest, 1962) presentó ayer en Avilés, en el curso de actualización en salud mental que concluye el próximo 22 abril en el Hospital San Agustín, «Bucarest. La memoria perdida», una película documental por la que obtuvo un «Goya» en 2009, un filme que reconstruye el compromiso político de Jordi Solé Tura y, al tiempo, sus horas de derrota, cuando la enfermedad de Alzheimer fue cercenando el presente del ex ministro de Cultura, uno de los siete padres de la Constitución.

-¿Ya tiene clara su nacionalidad?

-Decidí comenzar el documental así, diciendo que cuando era niño no sabía de verdad de dónde era porque precisamente esa incertidumbre menor era la que me iba a hacer escarbar en otras incertidumbres más graves.

-¿Como esa de no saber qué pasa cuando un padre muere?

-Hay una necesidad de ordenar todo lo desordenado. Lo que hice fue abrir el armario de recuerdos, sacar los cajones, tirar todas las fotos y tratar de colocarlas en su sitio, en el lugar de la memoria.

-Y, además, cuenta la derrota de perder los recuerdos.

-Todos somos historia. Es imposible diseñar el futuro sin conocer, ordenar y contar cuál fue nuestro pasado. Gracias a esto pude aprender a anticipar el duelo de la pérdida de mi padre. A veces se me acercan espectadores para contarme que están en una situación como la mía y que quieren contar los últimos días y toda la vida... Les digo que no hace falta saber de cine. Lo imprescindible es querer que esa historia no se desvanezca.

-Ese «No te vayas, capitán Trueno» del final de la película congela el corazón.

-Muchos amigos que han visto el documental me han dicho que intentaban resistirse, pero que cuando llegan a esa frase se rompen.

-Me pasó a mí también.

-Imploro para que no se vaya mi padre ni los que, como él, lucharon para que seamos los que somos ahora. Hay aún muchas batallas que vencer; aquella lucha, en aquellos años, les dignifica.

-¿No es raro oír cómo vieron otros al padre de uno?

-Siempre tenemos una visión subjetiva, la mirada del niño. Las entrevistas descubren un Jordi Solé Tura, pero el mío siempre será el mío... Escuchar a otros a hablar de alguien tan cercano te permite bajar del pedestal al hombre que está en la historia, pero bajarlo para volver a subirlo.

-¿Cómo fue ser hijo de una persona que sale en los libros de historia?

-Complicado. Sacar la cabeza ante un peso pesado intelectual fue muy difícil. Siempre digo que fui víctima de la Transición: mi padre desapareció engullido por las urgencias históricas y sólo le veía en los papeles.

-Habla de la pérdida de la memoria y de los que intentan recuperarla.

-A Garzón, que intenta arañar la superficie de la memoria, se lo comen los demonios. La amnesia sobre nuestro pasado reciente es dramática.

-¿Mereció la pena la lucha de aquellos que todo lo perdieron?

-Sí, colectivamente sí. Miguel Núñez pregunta dónde está el mundo feliz que nos habían prometido.