Oviedo, Eduardo GARCÍA

-¿Se puede ser optimista con la que está cayendo? Usted lo parece.

-Se puede ser razonablemente optimista desde la convicción de que hay que cambiar las cosas, para mejorar. Vale esa idea de que es preciso ser pesimista teórico y optimista práctico.

-¿Qué podemos aprender de la crisis?

-Que hay que cambiar algunas formas de vida. La crisis viene porque ya no funcionan determinados valores. El valor de la justicia, por ejemplo, está bajo mínimos. Hay un grave déficit de derechos humanos.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, y directora de la Fundación Étnor. Escritora, articulista y ganadora, entre otros premios del «Jovellanos 2007» por su ensayo «Ética de la razón cordial», Cortina participa en Oviedo como jurado del premio «Príncipe de Asturias» de Comunicación y Humanidades, que será fallado hoy.

-El mundo es el que es, y poco se puede hacer para cambiarlo.

-El fatalismo es falso. Recuerdo al primer objetor de conciencia que hubo en España. Todo el mundo se quedó asombrado: pero qué dice ese loco, ¡no quiere hacer la mili! No hay pasado tantos años y ahora lo que vemos extravagante es un servicio militar obligatorio. Yo creo que a pesar de todas las dificultades no podemos renunciar a la idea de que el ser humano tiene dignidad y es valioso. Que el ser humano se merece un buen mundo y una sociedad más justa.

-Ya, pero en África se mueren de hambre.

-Escuchamos que cada 30 segundos se muere un niño de malaria y parece que no nos preocupa. Es como si África estuviera lejísimos. Por cierto, no he visto grandes protestas en relación con la rebaja de la ayuda al desarrollo. Lo poco que dábamos, también lo vamos a reducir. Es triste que el mundo tenga que aplazar los grandes objetivos del milenio, como acabar con el hambre.

-Nos centramos en lo nuestro, que no es poco.

-Es como si lo único que nos importara fuéramos nosotros mismos y nuestro entorno más próximo.

-¿Esa no es una forma de defensa?

-Una mala forma de defensa, diría yo. Cuantos más colaboren, más posibilidades de salir todos ganando. Hasta un pueblo de demonios lo entendería, si es que los demonios son inteligentes. Claro que también hay demonios estúpidos, y ésos sí que son peligrosos.

-De la crisis saldrá...

-Espero que una sociedad mejor. Los ciudadanos tenemos que aprender que no se puede vivir como si fuéramos islitas, y que la libertad es una cosa interesante y muy preciosa.

-Y arriesgada.

-El miedo a la libertad, sí. Pero merece la pena el riesgo. Hago mía esa frase que dice que quién pregunta «libertad, ¿para qué?» es que ha nacido para servir. En todo caso ser pobre es carecer de libertad, porque el pobre no es libre para hacer planes de vida.

-¿Los suyos le han salido bien?

-Todos tenemos problemas, pero yo me siento satisfecha y una persona afortunada.

-¿Hablamos de felicidad?

-La felicidad es la mezcla entre el don que uno recibe y el caracter que uno se forja. Eso en teoría porque en la práctica las circunstancias cuentan. Una enfermedad grave, por ejemplo.

-Quizá vivimos en un mundo lleno de cosas. ¿Nos hemos sobrealimentado?

-Nos hemos convertido en muy poco agradecidos con las cosas buenas que nos pasan en la vida. Yo lo veo con mis alumnos, una generación que lo tiene todo, que disfrutan de una cantidad de oportunidades impresionantes, y que la mayoría de ellos viven en la apatía.

-Volvamos a la crisis. Y a los culpables.

-Lo interesante es sacar conclusiones. Los bancos, por ejemplo. Se ha demostrado que la opacidad es un mal asunto porque crea desconfianza. O los políticos, que están obligados a asumir su responsabilidad.

-Pero al final los platos rotos los pagan los mismos.

-Los más vulnerables, como siempre.

Antes de entrar ayer a la sesión matutina del jurado Adela Cortina se refirió al rifirrafe dialéctico del pasado martes en el Senado. Los políticos, dijo, «andan bastante bajos de ética. Los espectáculos están bien en el circo, pero no en los Senados», ha señalado Cortina a los medios de comunicación.