Barcelona, Agencias

Eran las nueve y siete minutos de la noche cuando el avión papal aterrizó en el aeropuerto barcelonés de El Prat, procedente de Santiago de Compostela. Allí le esperaba el presidente de la Generalitat, José Montilla, y el vicepresidente Carod-Rovira. No hubo tiempo que perder, el Papa se bajó del avión, saludó y embarcó en coche oficial cerrado camino del centro de la Ciudad Condal donde hoy le espera una larga jornada.

Cenó en el Palacio Arzobispal de Barcelona un menú con productos típicos de Cataluña como la escudella y carn d'olla (cocido catalán) y panellets (dulces de Todos los Santos).

La jornada de ayer en Barcelona fue un constante ir y venir de policías, vigilantes, operarios, curiosos y rezagados turistas que convirtieron en un peculiar hervidero los aledaños del templo de la Sagrada Familia, de Gaudí, que hoy será consagrado por Benedicto XVI.

Bajo el inquietante zumbido de los helicópteros de la Policía, las calles que rodean la Sagrada Familia, con una aplastante mayoría de «senyeres» en los balcones frente a unas pocas banderas vaticanas, palpitaban de actividad. La seguridad revisó al milímetro el recorrido papal, La «Zona 0» de seguridad engloba 42 manzanas alrededor de la Sagrada Familia.

El templo cerró sus puertas al público a las dos de la tarde. «Hay un poco de caos, pero la afluencia de visitantes es la de siempre», ha comentado a «Efe» Caterina, que trabaja en los accesos al templo de Gaudí.

Muchos turistas desistieron de acceder a la basílica y se contentaban con admirar, no sin algo de decepción, las fachadas del emblemático edificio. Algún turista despistado incluso desconocía la visita del Pontífice. Muchos barcelonseses se acercaron al templo para palpar el ambiente en las horas previas, con el ruido de fondo de las sirenas policiales.

Josefa y Pilar, dos vecinas que llevan toda la vida en el barrio, hasta el punto de que una de ellas fue bautizada en la Sagrada Familia, expresaban su emoción ante ese histórico momento de la consagración pero, aunque católicas, se declaran contrarias a la visita del Papa porque «cuesta mucho dinero».

A media tarde la plaza de la Catedral comenzó a poblarse de fieles y curiosos que querían ver llegar a Barcelona a Benedicto XVI. Los primeros, una veintena de monjas de las Hermanitas de los Pobres, que aseguraron que «Mañana (por hoy) estaremos también en la Sagrada Familia». Las vallas más cercanas fueron instaladas a más de una treintena de metros de distancia de la fachada.