Oviedo, P. Á.

«Quiero dar las gracias eternamente y de corazón a la familia del donante, a quienes no conozco, y a estos profesionales, desde los cirujanos hasta las enfermeras de planta, que han conseguido hacer un milagro para mí», afirmó Ángel Alcón Ramos, el gijonés de 43 años al que le fueron trasplantados la mano y el antebrazo izquierdos.

El pasado día 16, poco antes de recibir el alta y abandonar el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), el paciente compareció ante los medios de comunicación y expuso con sencillez lo que pensaba y sentía. «Sólo poder rascarme la cara o el pelo, cosas de estas normales que todo el mundo ni mira, para mí son un mundo», confesaba. Y añadía que el mayor impacto psicológico se había producido cuando pudo contemplar su nuevo miembro: «Quedé alucinado. Por fin tengo ya una mano. Fue impresionante».

Frente a un buen puñado de fotógrafos y cámaras de televisión, Ángel Alcón tuvo sentidas palabras de elogio para sus familiares, mientras a algunos de ellos, allí presentes, se les saltaban las lágrimas. En esa comparecencia, el doctor Daniel Camporro incidió en el largo camino de rehabilitación, fisioterapia y controles varios (particularmente los dirigidos a evitar el rechazo del nuevo miembro) que le quedan por delante. El gijonés sabía de las dificultades de la intervención y del posterior proceso de rehabilitación, pese a lo cual pudo más su deseo de «tener algo de movilidad». «Lo meditamos muy bien y decidimos hacerlo», explicó. Y apostilló: «Ya conseguí lo más difícil; ahora es cuestión de voluntad».