Juan Ramón Pérez Las Clotas fue el hermano mayor que nunca tuve. Hicimos juntos el Bachillerato en el instituto, que era, al mismo tiempo, cárcel, cuartel y liceo, terminada la histórica Revolución de Octubre del 34.

Coincidimos, vestidos de caqui, en el campamento del Monte de la Reina; fue padrino de mi segundo hijo y me enseñó, como redactor jefe, a hacer la o con un canuto.

Resulta difícil en esta profesión encontrar un pedagogo periodístico que lo aventajase. Formó a toda una generación de «plumillas» con su buen enseñar. (Algunos de ellos llegaron a ser firmas cotizadas en el mundo de la comunicación). Fundó tertulias (mejor, cátedras de arte y cultura, de ética y dialéctica) en Oviedo, Madrid y en su querido Gijón. Tal vez haya fallado en La Habana castrista y en la Lisboa anterior a la Revolución de los Claveles.

Fue un gijonés «de verdad» que donó al pueblo que le vio nacer los miles de volúmenes de su biblioteca sobre la Guerra Civil aquella que perdimos todos.

Pudo haber sido cronista oficial de Gijón si los políticos se hubiesen enterado de su categoría intelectual, su vasta cultura y ejemplar bonhomía, pero o no se enteraron o no quisieron enterarse.

Muchos amigos de ambos, bastante jóvenes para su fortuna, se han quedado huérfanos. Y yo, sin el mayor de mis hermanos.