«Queda un espacio vacío que no lo puede llenar ni todas las aguas de un río». Pido disculpas si el texto no es exacto. Son más de 50 años de amistad, admiración y gratitud por tantas lecciones magistrales recibidas a lo largo del tiempo. Desde su timidez y discreción, Juanra Clotas es una de las grandes personalidades del periodismo y la comunicación en la Historia de Asturias. Redactor jefe con el inolvidable Paco Arias de Velasco. Fundador y director de LA NUEVA ESPAÑA, Clotas era el profesional clave que hacía encajar los contenidos de ese maravilloso producto que nace y muere cada día. Clotas era quien seleccionaba a los jóvenes periodistas que llegaban a la redacción. Exigía talento, honestidad y entrega total. Huyendo siempre de todo sectarismo. Así, por ejemplo, Graciano García, el genial creador de la Fundación Príncipe de Asturias, sin duda el acontecimiento cultural más trascendental del siglo XX; Juan de Lillo y su magistral obra «Oviedo crónica de un fin de siglo», y una larga lista de ejemplares profesionales, cuya relación sería interminable. Clotas hizo posible la convivencia de los grandes veteranos que alumbraron el periódico y los jóvenes que aportaban nuevos aires. Ya jubilado, el gran José Manuel Vaquero lo convence para que realice diariamente una sección fundamental, la hemeroteca de «Hace 50 años» y «Hace 25 años», espacio firmado por «Fruela» que sólo Clotas podía hacer, ya que la actualidad comentada la había vivido. Sus comentarios son una joya inolvidable. Hoy Javier Neira es un sucesor magistral.

Tengo cientos de anécdotas que extenderían en demasía estas líneas provocando la censura de Clotas y el entrañable Luis Alberto Cepeda: «Más de dos folios no lo lee nadie, es una novela». Un día fue nombrado corresponsal en la Cuba castrista. Le ofrecimos una cena de despedida en Casa Bango. Al finalizar, el gran amigo y maestro de la publicidad asturiana, Manolito Brun, en nombre de todos le regaló un «machete» para colaborar con Fidel Castro en la campaña azucarera. A las pocas semanas, Clotas regresaba de un mundo irrespirable, pues era seguido constantemente por la Policía secreta... Después fue enviado a Lisboa, donde trabajó feliz varios años. A su regreso ocupó varios cargos directivos en la prensa del Estado, hasta que se hizo cargo de la dirección del diario «Alerta» en Santander, también periódico líder en Cantabria. En 1982, con la llegada del PSOE al Gobierno, fue cesado y regresó a Gijón.

Nunca se quejó de su injusta marginación. Después de la tertulia en el Club de Regatas de la calle Corrida, solíamos pasear por el Muelle. Un día le pregunté qué proyectos tenía y fue cuando me enteré de su marginación. Yo era el consejero-secretario general de «La Voz de Asturias» y le comenté lo sucedido al director, Faustino F. Álvarez, gran amigo y excelente profesional, ya con proyección nacional. Escandalizado, llamó inmediatamente al delegado del Gobierno, Obdulio Fernández, que reaccionó de forma ejemplar. Me consta que políticos y periodistas colaboraron para solucionar una situación bochornosa. Así, Clotas finalizó su excepcional y admirable trayectoria profesional como responsable de la Biblioteca de la Universidad Laboral de su Gijón del alma.

Siempre pendiente de su hermana María Carmen y de su familia, siempre prestó ayuda al necesitado. Su excepcional biblioteca, lector incansable, ya la había donado a la Universidad de Oviedo. Nunca perdió el espíritu universitario, cuando la mediocridad y el materialismo lo inundan todo. Es un privilegio impagable haber compartido más de 50 años con amigos como Clotas. Los días que vengan sin él serán diferentes porque su espacio vacío no lo «podían llenar todas las aguas de un río».

Siempre fiel a sus creencias, se habrá presentado ante el señor de los luceros, con la cabeza alta, paso firme y las manos llenas de honradez, trabajo, generosidad y bondad ilimitadas, durante toda una vida ejemplar.

PD.- Mi gratitud a su familia por atender siempre las llamadas a lo largo de los años; a su sobrino Vima, siempre pendiente de su tío, especialmente durante los duros últimos años, y a Martina, que lo cuidó y atendió como a un hermano. Un fuerte abrazo.