Oviedo, M. S. MARQUÉS

El domingo, 5 de agosto, se cumplen cincuenta años de la muerte de Ramón Pérez de Ayala (Oviedo, 1880-1962). El escritor, que supo reflejar con ironía y cierto tono nostálgico el carácter asturiano tan presente en toda su obra, fallecía el mismo día y el mismo año que la actriz Marilyn Monroe.

Ahora que el paso del tiempo ha restado presencia a su narrativa, «callada y absorta» como la Pilares (Oviedo) de «La pata de la raposa», el aniversario de su muerte en Madrid hace ahora medio siglo es un buen momento para recuperar el trabajo de un novelista sin el que Oviedo habría perdido parte de su presencia literaria, y Asturias, a uno de sus escritores más reconocidos.

Los biógrafos de Pérez de Ayala lo describen como un artista temprano, dueño de un humor suave e irónico muy vinculado a su origen asturiano. No tuvo una infancia fácil. Perdió a su madre siendo aún niño y quedó al cuidado de un ama hasta su ingreso, con ocho años, en el colegio de los jesuitas de Carrión de los Condes, para pasar con posterioridad a un centro de la misma orden religiosa en Gijón y concluir el Bachillerato en el instituto de Logroño. Fue ésta una etapa que iba a influir notablemente en su desarrollo personal e intelectual. Por una parte, la vida en un internado dirigido por jesuitas propició un anticlericalismo que el autor de «Tigre Juan» mantuvo durante toda su existencia, aunque suavizado con los años. Pero a esa posición crítica hay que sumar la amplia formación clásica que recibió y la presencia de un amor por las humanidades muy patente en toda su trayectoria vital.

A pesar de que se decantó por los estudios de Derecho, el gusanillo de la literatura se acrecentó durante su encuentro universitario en Oviedo con profesores de la talla de Rafael Altamira, Adolfo Posada y, sobre todo, Leopoldo Alas, «Clarín», que iba a influir de forma notable en una manera de entender la literatura que opta por la novela intelectual y crítica frente al realismo imperante en la narrativa española. Como afirma el fallecido catedrático de Literatura de la Universidad de Oviedo José María Martínez Cachero, «Pérez de Ayala es ejemplo de escritor intelectual, especie no demasiado frecuente en las letras españolas?».

Concluidos los estudios en Oviedo y con su traslado a la capital de España, Pérez de Ayala continúa con las colaboraciones en prensa y frecuenta las redacciones de las revistas y el Ateneo. Con Juan Ramón Jiménez, Gregorio Martínez Sierra y Pedro González Blanco funda en 1903 la revista «Helios», órgano del movimiento modernista. Ese mismo año realiza su primer viaje a Inglaterra, país al que regresará en numerosas ocasiones entusiasmado por la cultura, elegancia y el espíritu inglés.

De su etapa modernista queda la referencia de su primer libro, el poemario «La paz del sendero», que cuenta con el respaldo de Rubén Darío. Para entonces la muerte de su padre, que se suicida al quedar en la ruina tras una quiebra bancaria, le hace plantearse la literatura ya no sólo como una afición sino como una forma de ganarse la vida. Es un tiempo en el que el joven frecuenta diferentes géneros: ensayos teatrales, cuentos de ambiente asturiano y aparece su primera novela «Tinieblas en las cumbres». Pero el éxito le llega con «A. M. D. G. (la vida en un colegio de jesuitas», un libro que va a producir reacciones enfrentadas y que posteriormente estuvo muchos años prohibida en España». Después vendrían «La pata de la raposa», donde Oviedo se convierte en Pilares, y «Troteras y danzaderas», todas pertenecientes a su etapa autobiográfica. A la época de transición se adscriben «Prometeo», «Luz de domingo» y «La caída de los limones». Por último, figuran las novelas de los grandes temas, obras de alcance universal en las que están presentes el amor, el sexo y el honor, entre otros principios vitales. Forman este conjunto «Belarmino y Apolonio», «Luna de miel, luna de hiel y Los trabajos de Urbano y Simona» y «Tigre Juan y El curandero de su honra», que sería su novela postrera.

Amigo de muchos escritores noventayochistas, culto y de temperamento algo melancólico, Pérez de Ayala supo poner su fina ironía al servicio de una inteligencia y una capacidad narradoras que bien reconocían sus contemporáneos. Fue el propio Valle-Inclán quien señaló en una ocasión que el autor ovetense era demasiado inteligente para escribir novelas.

Premio Nacional de Literatura y académico de la lengua, se alió con Ortega y Gasset y Gregorio Marañón a favor de la República, que lo nombró director del Museo del Prado. Fue embajador en Londres, cargo del que dimite en 1936, descontento con la política del Frente Popular. Vuelve a España, de donde, casi inmediatamente, parte al exilio.