Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

«El hermano fray Juan Agustín Morfi nació en Oviedo, Principado de Asturias, de edad veinticinco años, hijo de legítimo matrimonio de don Juan Morfi, irlandés, y de doña María Antonia Cortina, de la ciudad de Oviedo».

Esta descripción está extraída del expediente de ingreso del aludido en la orden franciscana, fechado el 2 de marzo de 1760. El interés de los datos sería limitado de no ser porque, que se sepa, nunca nadie en Asturias, ni instituciones ni estudiosos, han prestado excesiva atención -seguramente ninguna atención- a la figura y a la obra de Morfi. Un olvido sorprendente, por cuanto se trata del principal historiador y cronista de la provincia de Nuevas Filipinas (lo que hoy es el territorio estadounidense de Texas) en el período comprendido entre 1673 y 1779. Asimismo, destacó como erudito y predicador, motivo por el que fue elegido para predicar ante dos virreyes con ocasión de sendas festividades de la Virgen María.

Si en 1760 tenía 25 años, todo apunta a que Juan Agustín Morfi nació en 1735. No existen datos sobre el día y el mes. A los expertos les parece razonable pensar que el verdadero apellido de su padre fuera Morphi o Murfi, y que probablemente recaló en Asturias como consecuencia de su hipotética profesión de marino. Lo que no ofrece dudas es que la pretensión de algunos de convertir a Morfi en gallego carece de fundamento.

En realidad, Juan Agustín Morfi no ha sido profeta en su tierra porque de su tierra se marchó siendo muy joven, rumbo a lo que entonces se denominaba la Nueva España; en concreto, a México. Fue allí donde ingresó en la vida religiosa -en el convento grande de San Francisco, de la Ciudad de México- y donde fue redactada el acta que abre estas líneas. Fue allí también donde falleció, en 1783, a la temprana edad de 48 años, sin que se haya encontrado rastro alguno de sus relaciones con España y Asturias.

En España, desde el punto de vista académico, la obra «morfiana» sólo ha merecido el interés de Julio Juan Polo Sánchez, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Cantabria. Muy distinto es lo sucedido en México, donde el trabajo del intelectual ovetense ha sido ampliamente estudiado y difundido por Ricardo Sánchez Flores, historiador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y por Guadalupe Curiel Defossé, directora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM. Ambos le han dedicado sus respectivas tesis doctorales. Con estos tres estudiosos ha hablado LA NUEVA ESPAÑA.

Pero anteriores a todas estas investigaciones son las llevadas a cabo por Carlos Castañeda, profesor de la Universidad de Texas, quien ya en 1935 publicó un libro sobre el historiador y religioso ovetense. Una obra que recoge -traducido al inglés, anotado y acompañado de una nota biográfica- el manuscrito redactado por Morfi en el último cuarto del siglo XVIII y que Castañeda halló en 1931 en el Fondo Reservado de la Biblioteca de México.

En 2010, Guadalupe Curiel publicó ese mismo manuscrito en castellano, también precedido de una nota explicativa actualizada. En el intervalo entre ambas ediciones, otros estudiosos determinaron que el documento debía ser titulado «Relación geográfica e histórica de la provincia de Texas o Nuevas Filipinas». Este encabezamiento ha sido respetado por Curiel. Morfi también es autor de «Memorias para la historia de Texas o Nuevas Filipinas», de las que existen varias copias completas e incompletas.

«Fray Agustín Morfi fue un destacado cronista (hoy diríamos historiador) de la pacificación, evangelización y control de los territorios que conformaron la "Comandancia General de las Provincias Internas" (Nueva Vizcaya, Coahuilla, Texas, Nuevo León, Sinaloa, Sonora y las Californias), acompañando y narrando las hazañas del comandante Teodoro de Croix, sobrino del entonces virrey de la Nueva España, entre agosto de 1777 y junio de 1781», sintetiza el profesor Polo, quien añade que entre las obras principales de Morfi figuran «Viaje de indios y diario del Nuevo México» y «Diario y derrotero, 1771-1781». Guadalupe Curiel atribuye a Morfi tanto «la sistemática y ardua labor de reunir y organizar importantes y atinados testimonios sobre el devenir colonial texano como elaborar una interpretación sobre el asunto, que sin duda contribuye a resarcir una falta en la historiografía colonial americana».

Sánchez Flores pone de relieve que existen numerosas lagunas en el conocimiento de la biografía de Morfi. Por ejemplo, los especialistas consultados por este periódico no tienen noticia de la existencia de ningún tipo de retrato del franciscano ovetense.

Tampoco se conocen las causas de su viaje a América. Castañeda abona la tesis de que lo movió, como a otros muchos jóvenes de la época, la búsqueda «de fama y fortuna». Y agrega: «Debió de haber encontrado, después de una corta estadía en México, que el oro no se barría con la escoba y que no había nuevos reinos que conquistar. Esto lo pudo haber inducido a unirse a una orden religiosa, el camino natural en aquellos días para un joven que se sentía desesperado y desilusionado con el mundo».

Ricardo Sánchez Flores no comparte este juicio. «La personalidad del padre Morfi no encaja con esta visión clásica del español aventurero. Posiblemente su estancia anterior en el convento la pasó estudiando o completando una cierta preparación académica o intelectual, acaso religiosa, que no sabemos dónde la haya adquirido».

Lo que resulta incuestionable -prosigue el profesor de la UNAM- es que se trata de «un gran compilador de materiales sobre el noroeste de la Nueva España». Guadalupe Curiel respalda la tesis de su compatriota y compañero de la Universidad Nacional Autónoma de México, la gigantesca entidad -330.000 alumnos y casi 38.000 profesores- que en 2009 recibió el premio «Príncipe de Asturias» de Comunicación y Humanidades.

Según Curiel, la expedición en la que Morfi acompañó a De Croix entre 1777 y 1781 constituye «uno de los más importantes proyectos reformistas que se llevaron a cabo en la Nueva España». Este viaje ofreció al historiador ovetense «la oportunidad de conocer personalmente a los grupos naturales de los territorios norteños y observar las primitivas condiciones en las que se encontraba el septentrión novohispano», matiza la directora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM.

Carlos Castañeda apostilla que, en esta larga aventura, Morfi recibió «impresiones tan hondas y duraderas que es seguro asumir que desde esta época data su profundo interés en la historia, así como su profunda admiración por las heroicas virtudes de los misioneros». Pero la fecundidad intelectual de la expedición se vio acompañada de repercusiones menos gratas. Según Sánchez Flores, el viaje estuvo «lleno de asperezas y limitaciones», circunstancia que «pudo debilitar su naturaleza humana» y contribuir a su temprana muerte. Julio J. Polo añade que, en aquel momento, 48 años «no era una edad tan temprana como se considera en el momento actual, mucho más si tenemos en cuenta esos años de penurias y trabajo intenso que pasaría acompañando las tropas de pacificación de las Provincias Internas, tierras entonces inhóspitas, plagadas de tribus indígenas no precisamente pacíficas».

Resulta interesante anotar que, además de su tarea de historiador y cronista, Juan Agustín Morfi desempeñó diversos cargos de gobierno en la orden franciscana y alcanzó una notable fama como orador. Un coetáneo lo definió como «el hombre más grande que tenía la Provincia y el mayor orador que había en el reino». El profesor Polo precisa: «Sólo hemos conservado impresos dos de sus sermones, uno dedicado a la Virgen de Guadalupe (1772) y otro titulado "La nobleza y piedad de los Montañeses" (1775), un sermón panegírico dedicado a ese sector de la población mexicana, de procedencia peninsular, que controlaba entonces buena parte del comercio y la minería colonial».

<Ricardo A. Sánchez Flores >

Profesor de la Universidad Autónoma de México (UNAM)

«Juan Agustín Morfi era un hombre de su siglo XVIII: gusto por el conocimiento casi enciclopédico, pero a la católica; es decir, sin perder de vista los objetivos evangelizadores del catolicismo y de la obra franciscana en América. Le gustaba disfrutar de la buena conversación, tomar chocolate y leer buenos libros, como se encontraron en su celda, a su muerte.

»Morfi tenía algunos hermanos, uno de ellos fallecido, porque aplicaba la misa por su eterno descanso. En su diario personal no menciona ni nombres ni actividades. Menciona a un Dante, pero no sé si sea su hermano difunto. Debió de alcanzar fama como orador porque predicó ante dos virreyes en ocasiones de festividades de la Virgen María, una en la fiesta de la Asunción. El estilo de sus sermones es el que corresponde al siglo XVIII: un poco engolado y entusiastamente católico».

<Guadalupe Curiel Defossé >

Directora del Instituto de Inv. Bibliográficas de la UNAM

«Morfi tuvo como primer paisaje los vetustos edificios religiosos que poblaban su natal Oviedo, cuyo peso quizá cobró fuerza en su decisión de dedicarse a la vida religiosa al llegar a tierras americanas. Desde ahí, dedicó una ardua labor al servicio de Dios y del conocimiento, que no terminaría sino hasta el momento de su muerte. Hombre de formación clásica, no desdeñó la incorporación a su acervo intelectual de la cultura ilustrada, lo que le produjo una manera especial de interpretar su entorno.

»De personalidad inquieta y reflexiva, destacó como religioso, pero brilló más por su amplia cultura y sus conocimientos sobre temas seculares. Prueba de ello fue su nombramiento como capellán de la expedición al mando de Teodoro de Croix, elección que dejaba en claro la necesidad de contar con asistencia religiosa, pero sobre todo con los conocimientos del fraile sobre los tópicos de su interés».

<Julio J. Polo Sánchez >

Profesor de Historia del Arte de la Universidad de Cantabria

«Desconocemos cuál fue su formación durante sus primeros años. La primera vez que tenemos constancia de su existencia es cuando, a los 25, entra como novicio. Aunque la mayor parte de su trayectoria vital estuvo ligada al territorio que hoy entendemos como mexicano, hemos de tener en cuenta que en la época en que vivió Morfi buena parte del sur de los actuales Estados Unidos de América formaba parte del virreinato de la Nueva España (Texas, Nuevo México, Arizona, California?), territorios situados a una enorme distancia de la principal urbe del virreinato, el actual México DF, capital de esos otros "Estados Unidos" Mexicanos.

»No me consta, aunque no es descartable, que mantuviera una relación epistolar con su familia en Asturias. No descarto que algún día puedan localizarse en algún desván o rincón apartado de una biblioteca familiar algunas cartas suyas».