El tenor canario Gustavo Peña será el lunes, en el teatro Campoamor, el atormentado don Luis, papel que da la réplica a la hermosa viuda Pepita Jiménez en la ópera homónima de Isaac Albéniz. La rompedora escena de Calixto Bieito no va a dejar a nadie indiferente.

-¿Preparado para su complejo rol?

-El papel de don Luis es muy intenso. Está siempre pasando de cero a cien. Siempre en una tesitura brillante. Pepita evoluciona, primera está tranquila, después sube. Sin embargo don Luis siempre está a 120. Es resultado del conflicto que vive. Su tío es el vicario. Fue al seminario ya de muy niño, hizo los votos menores, lo educaron para cura. Cuando regresa a casa se relaciona con Pepita sin más. Pero estalla el conflicto cuando va a hacer los votos definitivos. Pepita empieza a tirar de la cuerda y le manifiesta su amor. Esa tensión se nota y llega a ser incontrolable. No la mira porque si la mira cae. Pone excusas a todo lo carnal que ella dice dando respuestas espirituales. Pero siempre sin mirarla. El conflicto interno crece.

-Y estalla.

-Llega el momento de la mayor aberración para un cura. La imagen más pura que es la Virgen y se la representa como una persona humana. Vamos que don Luis se imagina a la Virgen María desnuda, una aberración. La Virgen se abre la túnica y se desnuda. Es lo más aberrante para un cura, ver el lado carnal de la Virgen. Se está volviendo loco. Ahí canta el gran aria, con un monaguillo detrás azotándolo. No reacciona porque es así, petrificada, como está su alma. Fustigada por lo que está ocurriendo. Eso se transmite vocalmente, siempre en una tesitura muy brillante.

-¿Cómo es musicalmente?

-No es una ópera de grandes agudos pero siempre está en una zona incómoda que acaba cansando la voz. Moverse entre el fa y el la durante dos horas es agotador. Y la orquestación dibuja eso mismo. Vientos y metales te doblan. Cada personaje está muy estructurado. A un borracho le corresponde una música festiva. Pero mi papel nunca baja la tensión. Al revés, sube como una ola. Por eso el maestro Conti agradece que seamos cantantes rítmicos. Hay muchos ritmos mezclados que dan un buen efecto como masa sonora pero al cantar hay que ir muy cuadrado. Voz a tres, la orquesta a dos y uno azotándome a otros ritmo o, mejor, a ninguno en concreto porque no es música sino un efecto escénico.

-Usted es canario.

-Grancanario. Estudié en Las Palmas y después acabé con María Orán en Tenerife, un verdadero lujo. Suelo hacer más repertorio sinfónico que operístico. Estuve en Alemania en uno de los mejores teatros del mundo, de forma estable. Allí trabajé con Barenboim. Ahora intento alternar lo sinfónico y lo operístico. No es fácil porque te encasillan. Los dos repertorios son igual de difíciles y compatibles. Canté con la OSPA varias veces en el Auditorio pero nunca había cantado en escena en el Campoamor hasta ahora por eso me hace mucha ilusión. Oviedo es Oviedo.