Gonzalo Giner propone al lector en Las ventanas del cielo un viaje a la Edad Media "para mostrarle un mundo escasamente tratado por la literatura, el de la vidriera medieval; unas insólitas estructuras de vidrio y plomo, de solo un milímetro y medio de grosor, concebidas para trasladar la mística de la luz y del color al interior de las catedrales góticas".
Las vidrieras han ejercido en Giner "una enorme fascinación desde hace años. La primera vez que entré en la Sainte Chapelle de París no me podía creer lo que estaba viendo. Me encontré en medio de una capilla no demasiado grande, cuyas paredes eran casi por entero de cristal, del todo embriagado al observar como su interior quedaba inundado en azules y malvas. Poco tiempo después sentí algo parecido al observar los espléndidos vitrales de la catedral de León, como se repiten en otras muchas más catedrales españolas. Con esos antecedentes, hace tres años me pregunté por qué la Historia no había reconocido a ninguno de aquellos hombres que fueron capaces de vestir las paredes, rosetones y ábsides de esos templos con aquellas increíbles obras de arte emplomado. Como no supe darme una buena respuesta, me propuse compensar esa injusticia con una novela".
Al igual que sucede con las vidrieras, "que solo desde el interior de los templos llegamos a apreciar su cualidad estética, cuando el lector se adentre en Las ventanas del cielo descubrirá una historia grande, construida con potentes personajes que, al igual que los fragmentos de vidrio que forman un vitral, irán hilvanando y emplomando sus historias para construir un relato cargado de emoción, aventura, viajes y enormes sorpresas".
La historia que encierra Las ventanas del cielo recoge "la fascinante vida de un joven, hijo de un rico mercader, que huye del destino que este le ha asignado para descubrir el suyo. A lo largo de sus páginas el lector se verá situado a finales del siglo XV viajando por variados y hermosos escenarios como las ciudades de Medina del Campo, Burgos, Bermeo, París, Venecia, las salinas de Túnez, Brujas o Lovaina. Pero también descubrirá la importancia que tuvo la lana en Castilla, su comercio con Flandes, los puertos vascos desde donde se transportaba, la pesca de ballenas y bacalao en los mares ignotos de Terranova que enriqueció a sus pescadores, el mercado medieval de la sal, y sobre todo el arte de las vidrieras. Quien se acerque a esta novela, descubrirá su compleja elaboración, el espíritu de sus creadores, la emoción que los inspiraba, las dificultades técnicas que tenían".
Hay en la novela de Giner "un poco de historia, mucha aventura, un arte muy desconocido, amor, peligros, traiciones, y sobre todo abundante emoción". Se atrevería a decir, por tanto, que "todo aquel que lea esta novela mirará las vidrieras de otra manera, reconociendo en ellas la virtud de sus creadores, unos hombres que convirtieron las paredes de los templos en verdaderos sagrarios de cristal".
