William Kentridge, de buenas a primeras, poco tiene que ver con Georges Mélies o con Thomas Mann. Un poco más de cerca, la primera percepción se evapora. El premio "Princesa de Asturias" de las Artes de este año alucinó ayer a los espectadores que llenaron ayer tarde el teatro Palacio Valdés, cuyo escenario acogió el estreno en Asturias de "Paper Music": un concierto de jazz y soul, una proyección cinematográfica y hasta una "perfomance".

El artista, en la pantalla, colocada en el telón de fondo; y, sobre las tablas, el pianista Vincenzo Pasquariello y las cantantes Ann Masina y Joanna Dudley. Todos juntos montaron un número de inquietud, desamparo y hasta de una media sonrisa. Todo amenizado por las composiciones de Philip Miller, que acompaña a Kentridge desde hace tiempo en su búsqueda de las relaciones entre "la imagen y el sonido".

El sudafricano fue el encargado de presentar el acto que comenzó con la proyección de "Journey to the moon", una pequeña película protagonizada por una cafetera italiana y un juego de café que contó con una inquietante banda sonora salida del piano de Pasquariello. El "Viaje a la Luna", de Mélies y los finales hacia el ocaso de las películas pioneras estaban en la raíz de un espectáculo lleno de los trazos de Kentridge sobre las palabras de los libros y las presencias ensoñadas. "Tide Table" fue una animación a partir de varios carboncillos: una recreación de una playa de veraneo, un juego que recordaba al Lido de Venecia, un divertimento que se vio subrayado por las voces de las dos cantantes, que fueron capaces también de convertirse sobre la escena en sendos metrónomos sonrientes. Para marcar el tempo.