Puede que si tuviéramos que elegir a un representante del día a día en nuestro mundo llamado civilizado para un encuentro con una raza alienígena, no hubiera mejor opción que un repartidor de algún servicio de mensajería urgente. Ese hombre que pide tu firma sin mirarte a los ojos, que vuela sobre el asfalto, para quien el paisaje es una mancha borrosa en la que no puede detenerse, el mismo que lleva a sus espaldas un gigantesco y pesado reloj y cuyo sustento depende de la prisa que todo lo invade. Pues un repartidor como el descrito es el protagonista de "Yokai", la nueva maravilla del joven tándem formado por Manuel Marsol y Carmen Chica, en la que las internacionalmente premiadas ilustraciones del primero y el guión de ambos componen una bella alegoría que -parecía imposible- supera a su libro anterior "El tiempo del gigante", y que, al igual que éste, salió del horno de la cuidadosa editorial Fulgencio Pimentel. Por un imprevisto, nuestro protagonista tendrá que detener su veloz camión cargado de todos esos paquetes que tienen que llegar a su destino en menos de 24 horas y adentrarse en el bosque, donde estará solo, "solo con las flores y las águilas. Solo con el arroyo, las piedras y los peces...". Solo consigo mismo en una naturaleza salvaje que despertará un vínculo con su yo olvidado, con el monstruo natural cuyos pies descalzos se empapaban del rocío que durante siglos ha humedecido la tierra. La palabra yokai es un término japonés que designa a una criatura sobrenatural que suele interactuar con los humanos en los límites de la realidad, transmutándola, como en el caso de nuestro repartidor, quien, después de ser guiado por una fuerza invisible, fantasmal y juguetona volverá a su camión transformado, sintiendo que fue otro durante un tiempo indeterminado y que -feliz reencuentro- ya no volverá a ser el mismo.