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Las vacaciones dan mucha vida

Tres semanas de descanso anual son el límite mínimo para reducir el nivel de estrés y evitar un fallecimiento prematuro, según un reciente estudio

Bañistas en la playa de los Quebrantos, en Soto del Barco. RICARDO SOLÍS

Ni aderezar la ensalada con ralladura de la piedra filosofal, ni prepararse un gin-tonic en el Santo Grial. Para lograr una larga vida, lo mejor es tomarse vacaciones. Según el estudio presentado por Timo Strandberg, profesor de la Universidad de Helsinki, en el Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología, que tiene lugar esta semana en Múnich, uno de los secretos para una existencia sana y duradera consiste en reducir los niveles de estrés con más de tres semanas de vacaciones al año.

La investigación liderada por Strandberg se fundamenta en el análisis de los resultados de un estudio realizado en los años 70 del pasado siglo XX sobre salud cardiovascular en hombres de negocios finlandeses. Entonces se dividió aleatoriamente en dos grupos a un total de 1.222 ejecutivos, con una edad media de 47 años, todos ellos con al menos un factor de riesgo coronario: fumar, tener sobrepeso, colesterol alto, etcétera.

Durante cinco años, el grupo de control, compuesto por 610 personas, recibió la atención sanitaria habitual sin cuidados ni recomendaciones adicionales. En cambio, el grupo de intervención, compuesto por 620 integrantes, recibió cada cuatro meses asesoramiento deportivo y dietético, y en caso de que dichas prevenciones no funcionaran, se les prescribía la medicina necesaria.

Si bien una vez finalizado el estudio se comprobó que el 46% de los componentes del grupo de intervención había reducido el riesgo de enfermedad cardiovascular en comparación con los miembros del grupo de control, el balance que se llevó a cabo 15 años después del comienzo de la investigación desveló que el nivel de mortalidad entre los sujetos del grupo que se había sometido a tratamientos específicos era más alto que el de aquéllos que integraban el grupo de control. ¿Qué había pasado? A partir de estos resultados, y de este resultado chocante, Timo Strandberg trata de responder con su investigación a la incógnita que explique por qué morían más aquéllos cuyo tratamiento había sido adaptado a sus circunstancias en comparación con los que no habían recibido cuidados especiales. Strandberg amplió las conclusiones del primer ensayo mediante el estudio de los hábitos diarios de los sujetos examinados desde 1974 hasta 2014.

De este modo se observó que hasta 2004, la cantidad de muertes seguía siendo mucho más elevada en el grupo de intervención en comparación con el grupo de control. En cambio, a partir de este año hasta 2014, la mortalidad era la misma en ambos.

"En el estudio que se realizó en los años 70 no se tuvo en cuenta el estrés como factor de riesgo", aclara César Morís, director de Cardiología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). "La investigación presentada en este congreso da como posible explicación a esta diferencia de mortandad el nivel de estrés de sus participantes", añade este especialista asturiano.

Teniendo esto en cuenta, el nivel de estrés se puede relacionar con la cantidad de descanso de la que disfrutan los sujetos analizados. Entre 1974 y 2004 se observó que en el caso del grupo de intervención, aquellos miembros que tenías tres o menos semanas de vacaciones al año tenían un 37% de posibilidades más de morir que aquéllos que contaban con más de tres semanas de receso.

El propio profesor Strandberg explicó estos resultados: "En nuestro estudio, aquéllos cuyas vacaciones eran más cortas trabajaban más y dormían menos que los que tenían mayor tiempo de asueto. Este estresante modo de vida podría haber neutralizado los beneficios de la intervención. Creemos que la intervención en sí misma podría haber tenido un efecto psicológico adverso en los hombres, añadiendo estrés a sus vidas". Según Strandberg, sus resultados "no indican que educarse en la salud sea dañino. Más bien sugieren que la reducción del estrés es parte esencial de los programas dedicados a disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares".

Al hilo de esta apreciación, Mario Margolles, especialista en medicina preventiva y salud pública de la Consejería de Sanidad del Principado, cuenta que "hay que educar en consejos dietéticos, de ejercicio, actividad sexual y rehabilitación posevento a aquéllos que cuentan con riesgo de enfermedad cardiovascular" para así mejorar su recuperación y su nivel de vida.

Si bien durante el estudio el exceso de cuidados pudo resultar un factor estresante entre los integrantes de los grupos de análisis, "en absoluto cuidarse es malo", matiza Morís.

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