Declarado Patrimonio de la Humanidad hace ocho años, el monasterio de Shaolin -templo budista que se levanta en la provinia china de Henan- es un gran centro espiritual donde se practica el zen y refinadas artes marciales a las que, en una generalizacion, se les ha dado el nombre de kung-fu. Una histórica serie de televisión con el nombre de ese tipo de lucha, protagonizada por David Carradine y producida con un enorme éxito entre 1972 y 1975, incrementó aún más la popularidad de unos monjes cuya filosofía bebe en las aguas del pacifismo y la meditación.

Una historia que ayuda a explicar el lleno que registró ayer el teatro Jovellanos para ver "Sutra", el primero de los espectáculos de la decimoctava edición de Danza Xixón, una muestra que repasará a lo largo de este mes buena parte de los lenguajes contemporáneos relacionados con la danza y el movimiento escénico. Y el lenguaje que ayer se mostró en el teatro Jovellanos fue espectacular. Y muy singular.

No siempre se pueden ver a una veintena de monjes del monasterio de Shaolín sobre un escenario, con música en directo y una coreografía que se inspira en esas centenarias tradiciones relacionadas con las llamadas artes marciales. "Sutra" fue ideado por el prestigioso coreógrafo belga Sidi Larbi Cherkaoui tras una vista en 2007 al templo de Shaolin, donde se albergan monjes budistas desde el siglo V antes de Cristo. Su propuesta (la música es de Szymon Brzóska, el diseño de Antony Gormley) parece que está inspirada en la vida -aquí interviene también la leyenda- de Bruce Lee. De origen chino, ha sido con seguridad el más popular artista de artes marciales, de las que era un maestro. También escribió y filosofó. "Sutra", palabra que alude a los discursos de Buda o de algunos de sus discípulos (el hindu reserva esa palabra para el conocimiento aforístico), es un relato coreográfico sobre una iniciación trascendente a partir del aprendizaje de unos sistemas de control, movimiento y lucha. Altas cajas de madera sobre el escenario, luces cambiantes y los sonidos de cuerda, piano y percusión contribuyen al atractivo del espectáculo que no defraudó a los presentes, que disfrutaron de las acrobacias de los bailarines y los sonidos de percusión generados por pisaados o golpeo contra el suelo, o en el combate entre espadas y palos de los samuráis. Un atractivo baile para subir el telón.