La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El misterio de Fred Vargas

La escritora francesa no recogerá el premio de las Letras por razones que explicó a la Fundación y que entran en la confidencialidad de una mujer singular en más de un sentido

El misterio de Fred Vargas

Fred Vargas se quedó en su casa del distrito 14 de París, en la orilla izquierda del Sena, donde creció. No vendrá a recoger el premio "Princesa de Asturias" de las Letras 2018. ¿Por qué? Escribió "una carta conmovedora explicándonos sus razones, que respetamos y que entran en el campo de la confidencialidad", dijo Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación. ¿La timidez patológica ha vuelto a paralizar a la reina del "polar"?

En su debut literario, cuando tenía 29 años y un hijo pequeño, Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 1957) presentó su novela al Festival de Cine de Cognac y se vio premiada y en el escenario -según sus palabras- "petrificada por la timidez, literalmente sostenida por la espalda" por el escritor Leo Malet y la actriz Andréa Ferreol y teniendo que decir unas palabras. En la primera fila estaba el actor Robert Mitchum, del que Vargas había coleccionado hasta las malas películas. Y le salvó: "Eeeeh, bueno, si hace falta firmar una novela para ver a Robert Mitchum en persona, creo que escribiré una docena".

Un miedo es patológico cuando interfiere en la vida normal. A la mayoría de las personas no es normal que se les conceda el premio "Princesa de Asturias" de las Letras, pero este galardón entra dentro de los riesgos que corre una escritora cuando es traducida a una veintena de idiomas y tiene millones de lectores. Vargas, que utiliza tanto la palabra ansiedad, puede sufrir un trastorno de ansiedad o fobia social y temer las situaciones sociales y el escrutinio de los demás. El teatro Campoamor lleno del patio a las bolsas, un escenario con premiados en semicírculo y un par de reyes en el centro como culminación de varios días de hablar en público y de fiestas sociales puede ser terrorífico para una mujer que no viste, que se cubre con ropa destallada e informe.

Fred Vargas se ha hecho un uniforme con chaquetas arrugadas o grandes jerséis de punto, pantalones de pocero, todo oscuro (¿azul, negro, gris?) y una camiseta bretona con cuello redondo y rayas azules. Hay fotos tomadas en años y lugares diferentes vestida así.

Según ha ido creciendo su notoriedad, Fred Vargas se ha vuelto más arisca con el público y los medios de comunicación. No firma libros, un ritual obligatorio en Francia, y apenas acude a citas literarias, aunque en España ha venido a la "Semana negra" de Gijón y a Getafe Negro. No abundan sus entrevistas, pero concede algunas y cuando habla, dice.

En sus primeras entrevistas de Youtube tiene un aire andrógino, habla rápido y gesticula hasta lo gimnástico. Cuando aparece en las últimas entrevistas televisivas, está atenta y presente, se detiene y piensa, la mirada es más apagada -escruta directamente hacia su interior- habla más pausada y se le nota el motor de la respiración y la saliva.

Cuando le concedieron el "Princesa de Asturias" el portavoz de su emoción fue la editorial Flammarion. "Estaba como si el cielo cayese sobre su cabeza", una expresión tan francesa que sirvió para inspirar un álbum de Astérix. ¿Quiere decir "muchas gracias" o "me jodisteis"?

En una entrevista de agosto de este año (ya premiada) a Michel Abescat y Hélène Marzolf para "Telérama" habló de la fama: "¿Qué hacer cuando de repente recibes cuatrocientas invitaciones a cenar? (?) ¡Ya en la vida normal no es fácil! Aparte de eso, nada ha cambiado. Ni mi forma de ser, ni mis ansiedades de impotencia: 'Lo que escribo no vale nada', 'No tengo más historias' ... Nada más que mi forma de vida. Tengo una casa bonita, puedo salir, ir al restaurante, pagarme un taxi. (?) La gente a veces me dice: 'Podrías ir a la peluquería todos los días, vestirte mejor' ... ¿Me imaginas con un abrigo de piel? (?) No es una elección. Aún menos un gesto político. Escapé de todas las oportunidades mundanas que surgieron simplemente porque es un mundo con el que no me siento cómoda. No me criaron de esa manera, y esa parte de la infancia, no podemos quitarla. No éramos pobres, pero de todos modos era limitado, en casa".

Enseguida se llega a su familia cuando se sigue a la creadora del comisario Adamsberg.

Su madre era ingeniera química y su padre fue Philippe Audoin-Rouzeau (París, 1924- 1985) un escritor y ensayista francés, miembro del grupo surrealista que dejó la escritura para ser administrativo y, secretamente, vender seguros. El cineasta y escritor Marc Dugain, de la misma edad que Fred, lo definió como "monstruosamente culto, intelectual hasta la punta de las uñas y dotado de un sentido del humor devastador". En zapatillas perdía. "Creo que mi padre tenía un tipo de genialidad que le hizo sufrir. Era un artista y un hombre razonable que intentaba criar a sus tres hijos y, por eso, estaba aburrido en su trabajo 'real'".

En su ambiente familiar, que la escritora define como de padres de posguerra, de "esa moralidad que no quiere tirar pan", se atendía a una sobriedad de papel de estraza sin Coca-Cola ni chocolate. Era una familia pequeñoburguesa alojada en una casa que era "un punto de encuentro amistoso e intelectual, donde mi padre dominaba en gran medida".

El padre fue muy exigente. Con éxito: pocas familias tienen a todos sus hijos en Wikipedia y en Youtube, por separado, y cada uno reconocido en su campo. Fred Vargas ya es infinitamente más conocida que su padre, "ya lo ha superado". No ha superado las inseguridades que le debe: "Tenías que estar a la altura, siempre. Ni siquiera consideró la posibilidad del fracaso. Era pesado, como la idea de que nunca podríamos hacer lo mismo con él".

Ahonda en la explicación: "¿Por qué mi hermano se convirtió en un historiador de la Gran Guerra? Probablemente porque este campo estaba fuera del de mi padre, quien, como buen surrealista, odiaba el ejército y a los militares. Mi hermana eligió pintar, mi madre aseguró el lado científico de la familia, física, química, matemáticas, campos herméticos para mi padre. ¡A los 50 años, todavía era necesario explicarle la regla de tres! En cuanto a mí, haciendo arqueología medieval, crucé las ciencias y la Edad Media. Estaba a salvo. Como en la novela policiaca. Aunque mi padre me hizo leer a Rouletabille y Arsène Lupin, el resto le era ajeno. Todo eso era una mierda y en casa no había ninguna mierda. Siempre rechazó la televisión, porque pensó que nos impediría pensar y hablar juntos. A mi hermano, mi hermana y a mí nos encanta hablar".

(Antes de la novela negra. Fred lo intentó con la historieta gráfica y con el acordeón, dos campos horizontales, populares y muy franceses).

La influencia de la familia profundiza como un cuchillo hasta llegar al hueso de su hermana gemela: Jo Vargas. Fred también buscó su espacio a partir de ella. De Jo tomó el seudónimo, ese Vargas sacado de la Ava Gardner de "La condesa descalza" (Joseph L. Mankiewicz, 1954). Al conocer a Jo, que tiene una sensualidad gótica que se aproxima a la madre de los Addams y un anillo en cada dedo, se entiende mejor qué pinta Ava Gardner en una escritora de cara lavada, pulsera de cuero, aro en el meñique, reloj metálico y pelo a su caer que fuma como un existencialista, no como una vampiresa.

Un gemelo es un doble, pero Fred se refiere a Jo como "mi mitad". Jo es la única que accede a los manuscritos de Fred, redactados en muchas horas y poco tiempo, a veces en el banco de niebla que impide ver qué ocurrirá en el párrafo siguiente, y corregidos durante seis meses por su "mitad".

La escritora habla de sí misma en tercera persona. Normalmente, los que hablan en tercera persona unen todo su ego para engordar su nombre público. La escritora lo hace como si Fred Vargas fuera alguien ajeno a la arqueozoóloga e historiadora que eligió de la Edad Media, la peste negra, para escribir el apetitoso "Los caminos de la peste, la rata, la pulga y el hombre" y que se puso seudónimo para no complicar su trabajo en el Centro Nacional de la Investigación Científica, el CSI de la República Francesa.

Sí, Vargas es rara y gracias a eso crea esos personajes tan excéntricos, capaces de llevar un sapo en el bolsillo. También deja hueco a sus personajes: "Adamsberg es lo opuesto a mí. Envidio su lentitud. Odiaría a un héroe que habla a toda velocidad, que analiza todo, que vive constantemente con ansiedad. Me cansa, gente así. Yo misma estoy cansada. Pienso demasiado, hago todo demasiado rápido, soy incapaz de contemplar".

Compartir el artículo

stats