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La vida es juego

Un exorcismo a la vieja usanza

"Textorcist" entrega el protagonismo a un sacerdote que lucha contra demonios en un ambiente con la estética de los 16 bits

Una partida de "Textorcist".

Un maletín, una figura oscura, una ventana que expulsa un haz de luz a una acera húmeda y los primeros acordes de "Tubular Bells". Poco más hace falta para echarse a temblar. Es lo primitivo, lo que da miedo de "El Exorcista". Los símbolos inquietan más que los vómitos, los cuellos de goma y cualquier uso poco casto de un crucifijo. A eso se juega sus monedas "Textorcist", un videojuego que, si fuera arte, pertenecería al clasicismo.

La propuesta más alocada de febrero, solo disponible en PC, no va de pasar miedo. Aquí no hay sustos que valgan. Sería imposible sobresaltarse. La estética gráfica, de tendencia de dibujo animado, no lo permite. Tampoco hay giros traicioneros de cámara. Más que nada porque la vista es fija y cenital. Es decir, el juego se ve desde arriba. Además, los gráficos son propios de la época de los 16 bits, de las consolas de finales de ochenta y principios de los noventa.

El título da el control sobre un sacerdote. Su misión, luchar contra el demonio armado con una Biblia y un crucifijo. El diablo, que no va abandonar por las buenas lo que no le pertenece, se defiende insultándose y sobre todo lanzando jugos gástricos y otra serie de líquidos corporales que tampoco es necesario detallar. A la vez que se esquivan sus acometidas, utilizando el teclado, hay que redactar el mismo ritual romano.

De ahí viene el nombre. "Textorcist" es un juego de palabras. Surge de unir los términos ingleses "text" -texto- y "exorcist" -exorcista-. El nombre ya es toda una declaración de intenciones. Este producto no se toma muy en serio a sí mismo. En los textos y en las mecánicas hay implícito un sentido del humor y una voluntad de parodiar al género cinematográfico en el que se inspira.

Se nota sobre todo en la música. Las melodías usan acordes robóticos, pero apenas pueden disimular que buscar acercarse lo más que se pueda sin pasar la línea roja de los derechos de autor a "Tubular Bells", la banda sonora de Mike Oldfield de "El Exorcista". Todo junto da lugar a un cóctel que es en sí mismo una reivindicación de los valores antiguos de los videojuegos. La diversión por la diversión, obviando mecánicas enrevesadas y detalles a granel.

"Textorcist" no va a ser el título del mes y ni mucho menos del año. Ni siquiera es el mejor de los que llegaron ayer al mercado. A saber, "Metro Exodus", "Far Cry New Damn" y "Crackdown 3". Tampoco lo pretende. Es solo una propuesta desenfada en un sector que tiende cada vez más a lo imbricado.

Cada día salen videojuegos con historias más propias de un festival de cine alternativo que de una partida de consola. En ocasiones, esa búsqueda de lo complejo significa olvidar lo más importante. Un videojuego tiene que ser divertido y todo lo demás son añadidos. "Textorcist" trata de ejercitar mecánicas del pasado con una propuesta tan llamativa como de nicho. Entre tanta superproducción destaca por salirse del redil.

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