Una planta amenazada de los Picos de Europa y los Pirineos franceses, considerada prioritaria para la conservación en la Unión Europea, fue el sello de la visita de las biólogas Joanne Chory y Sandra M. Díaz al Jardín Botánico Atlántico de Gijón, bajo un gran chaparrón. Las galardonadas con el premio "Princesa" de Investigación Científica y Técnica fueron recibidas con "un pequeño trabajo" de jardinería, como les anunció la responsable de mantenimiento y conservación de las instalaciones, Susana Noriega, que quedará a modo de legado de su visita. La lluvia que impidió el esperado paseo por el gran pulmón verde de Cabueñes no fue obstáculo para que Myrna y Chory plantaran sendos ejemplares de Aster pyrenaeus o estrella de los Pirineos, una especie que coloniza bosques y praderas de 300 a 1.800 metros de altura, de la que sólo quedan dos poblaciones en el Parque Nacional de Picos de Europa -principalmente en torno a la localidad de Bulnes- y otras diez, en los Pirineos franceses.

"¿Cuáles son sus principales amenazas?", se interesó Myrna, que trabaja en el Instituto de Biología Vegetal de la Universidad de Córdoba (Argentina). "El pastoreo, la recolección indiscriminada y los coleccionistas", le respondió la responsable del conservación del Botánico, que dejó a la bióloga enamorada ya para siempre de una especie estéticamente muy atractiva, cuyas flores se asemejan a una margarita azul. "Es una planta muy bonita", abundó Noriega mientras Sandra Myrna se colocaba los guantes. A Joanne Chory, por su parte, le interesaba conocer "cuánto de vieja" era la semilla que ayer iban plantar. "Es de diciembre de 2018", le indicaron. Los ojos de la investigadora del Instituto Salk, que a sus 64 años se mantiene igual de activa que cuando comenzó en el estudio de las plantas, se abrieron como platos de repente cuando el jefe de Unidad del Jardín Botánico de Gijón, Pedro Avello, les realizó una breve introducción sobre las instalaciones de Cabueñes. La carbayera del Tragamón, sin apenas intervención humana, formada por árboles centenarios y una de las "joyas" del Jardín gijonés, a decir de sus responsables, entusiasmó a Chory, que fue informada del bautismo asturiano a los robledales como carbayos. Ella respondió a las explicaciones con esa sonrisa pícara que la caracteriza y apoyada durante el breve recorrido en el andador que le sirve de ayuda para hacer frente al Parkinson.

Fue en la puerta de entrada al entorno Cantábrico -y bajo techo-, donde las dos galardonadas hundieron sus manos en la tierra con el fin de asegurar la viabilidad de las dos únicas poblaciones asturianas del Aster pyrenaeus. "Pasarán a formar parte de nuestra colección botánica", les informó Susana Noriega, "la plantaremos en una zona soleada".

Del trabajo que desarrollan las biólogas, preocupadas por la pérdida de biodiversidad del planeta y la búsqueda de "superplantas" capaces de absorber el carbono de manera eficiente, dieron buena cuenta en un encuentro posterior con el público el Centro de Arte de la Laboral. "Tenemos una dependencia muy profunda de la naturaleza", subrayó la bióloga argentina en una conferencia sobre "los modos de ser de las plantas". Su equipo se propuso hallar patrones generales en el reino vegetal, como si se tratara de la clasificación de un grupo humano. Una labor harto difícil habida cuenta de la distancia en las características funcionales de plantas de menos de un milímetro y los nenúfares gigantes de casi 6 metros cuadrados del Amazonas.

De ese "mapamundi" vegetal que habita el planeta, señaló Myrna, ha podido concluir que la especie humana está realizando una presión excesiva sobre los que serían los ejemplares más eficientes lo que ha provocado "grandes brechas" entre las plantas más austeras y conservadoras y las más derrochadoras. Y como "no existe un sólo modelo de ser planta y las necesitamos a todas", precisó, conviene avanzar hacia nuevas formas de conservación del medio natural, "incluida Asturias".

En esa necesidad abundó después Chory: "El planeta lo está pasando muy mal y todos podemos hacer algo", planteó, "tenemos sistemas muy afectados, enfermísimos". Y ante una crisis climática "que avanza a pasos agigantados", Chory aprovechó para recordar la capacidad de las plantas para convertirse en sumideros de dióxido de carbono: "Ellas están capacitadas para ayudarnos". Entonces habló de la suberina, esa molécula que se produce en las raíces y que presenta propiedades extraordinarias para almacenar CO2. Su equipo lucha desde hace tiempo porque las "superplantas" dejen de ser una utopía. Para lograrlo se refirió a las posibilidades de experimentación en algunos de los cultivos más prevalentes del planeta: algodón, trigo, maíz, arroz, soja y canola. "Creo que puede funcionar", expuso tan ilusionada como una cría con zapatos nuevos. El proyecto que está canalizando el sueño de Chory, de nombre "Audaz", ya ha obtenido 35 millones de dólares. "Hallaremos la combinación ideal", dijo. "La gente no tiene la percepción de que lo que perdemos es para siempre", advirtió Sandra Myrna quien pidió que los gobiernos hagan pagar "a quienes atentan contra la biodiversidad".