"El odio y los celos siempre están presentes en la obra de Verdi, y 'Un ballo in maschera' no es una excepción". Lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Alejandro González Villalibre, doctor en Musicología por la Universidad de Oviedo, que pronunció una conferencia sobre el título que se estrena hoy en el Campoamor dentro de la temporada ovetense. Lo presentó Adolfo Domingo, responsable de Dramaturgia de la Fundación Ópera de Oviedo, quien destacó la calidad de la puesta en escena de la obra, que sufrió los rigores de la censura, al tratar una cuestión tan políticamente incorrecta como el asesinato de un rey, en este caso Gustavo III de Suecia.

Verdi estaba acostumbrado a vérselas con los censores y logró esquivarlos a base de hacer cambios en nombres de personas y escenarios de los hechos.

González Villalibre enmarcó la obra, estrenada en Roma en 1859, en el periodo de madurez de Verdi, que empieza con la trilogía "Rigoletto", "La Traviata" y "Il Trovatore". "Esta obra supone la culminación de muchas ideas operísticas de Verdi, se gestó en un momento político difícil en Italia y en Francia", señaló el conferenciante. "Verdi compuso lo que denomina una ópera histórica y al principio quiso llamarla Gustavo III, pero no se le permitió", explicó González Villalibre. Bajo el trasfondo histórico late el amor imposible e irracional entre el rey y Amelia, la mujer de Renato, su mejor amigo.

"Estamos ante una historia de amor, con final dramático; el resto no es más que un entorno en el que situar la historia", indicó el musicólogo. También se refirió a la admiración de Verdi por la ópera francesa, cuyas influencias se reflejan en distintos aspectos de la obra, por ejemplo en el personaje de Ulrica, encarnado por una mezzosoprano, que lleva al siglo XVIII y a Mozart.