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Prepararse para una guerra larga

Los expertos urgen a los países a pensar en las medidas a medio plazo una vez superada la crisis actual por la pandemia y sugieren confinamientos parciales para mantener viva la economía

Mientras los equipos sanitarios de medio mundo combaten en las trincheras de Urgencias y las unidades de cuidados intensivos el día a día de la batalla contra el virus causante del COVID-19, los epidemiólogos comienzan a pensar en el día después, en cómo actuar una vez que se supere esta escalada de casos que solo el confinamiento drástico en casa puede atajar a corto plazo. Todos coinciden en que la guerra será larga, a la espera de una vacuna que, según los plazos medios, podría llegar en el horizonte de un año o 18 meses.

El epidemiólogo Marc Lipsitch, profesor en la Escuela T. H. Chan de Salud Pública en Harvard y director del Centro de Dinámica de Transmisión de Enfermedades, ha señalado los que a su juicio deben ser los objetivos a medio plazo (un año o más) para el Gobierno federal de Estados Unidos, un país que ha subestimado inicialmente la transmisión de la enfermedad y su incidencia y que afronta ya una escalada creciente de casos.

En primer lugar, reclama ampliar la producción de pruebas serológicas, de modo que se pueda identificar a las personas que fueron infectadas y ya se han recuperado y que cuentan con anticuerpos que garanticen un bajo riesgo de volver a contagiarse. Esas personas, sostiene Lipsitch, deberían "volver a trabajar" en las condiciones anteriores, para atenuar el impacto económico de las medidas de contención. También permitiría identificar a un grupo de profesionales sanitarios con un grado de inmunidad al virus, que se encargarían de atender a los pacientes más graves. Con esos datos, los epidemiólogos podrían evaluar mejor la enfermedad.

Hasta que pudiera conocerse el riesgo de infección y el nivel de inmunidad de la población no deberían relajarse las medidas de confinamiento, pero se aumentaría de manera gradual el número de personas expuestas a la enfermedad, sin saturar los servicios sanitarios. Las estimaciones de Lipsitch consideran que entre el 20% y el 60% de la población se contagiará.

El segundo objetivo debería ser dotar al personal sanitario de los equipos de protección. También en Estados Unidos se está comprobando que falta material médico para evitar el contagio entre los sanitarios, y el experto llama a una producción de estos equipos, así como de ventiladores, "como en una guerra". "Las compañías que pueden producir eso deberían producir solo eso", sostiene.

Lipsitch advierte también de la necesidad de garantizar las infraestructuras críticas que permitan mantener en pie el país sea cual sea la situación, como energía, agua, transporte o internet. Además, plantea que Estados Unidos comience ya a planificar sus elecciones de noviembre para que sean "democráticas, justas y abiertas" con independencia del escenario de la epidemia, y urge a los estados a unir fuerzas para proporcionar educación a distancia ante lo que cree que será "un periodo prolongado" de suspensión de las escuelas.

El prestigioso epidemiólogo considera que las personas asintomáticas son responsables de hasta un 50% de las transmisiones del virus, por lo que limitar el tamaño de las reuniones tendrá que seguir siendo esencial. "El número de oportunidades de transmisión en una reunión es proporcional al cuadrado del número de asistentes", ha dicho en una reciente intervención pública. En esta guerra, sostiene, las medidas extremas de distanciamiento social, el autoaislamiento y las cuarentenas forzadas deberán ser medidas vigentes durante un largo periodo de tiempo.

El desarrollo de la inmunidad parece ser la clave a la que miran buena parte de los epidemiólogos, como una forma de atenuar el impacto económico brutal que tendría un confinamiento prolongado. Sin embargo, la experiencia con otros coronavirus endémicos (como los que causan resfriados) es que esa inmunidad tarda en desarrollarse, pero ocasiona que las reinfecciones tengan consecuencias más leves.

¿Puede soportar nuestro sistema económico una larga espera por una vacuna? Sin duda no, y las consecuencias serían desastrosas. Por eso algunos expertos, como el español Miguel Hernán, investigador en Harvard y recientemente incorporado al equipo científico del Ministerio de Sanidad, defienden la idea de un siguiente paso basado en un encierro estratificado. Considera que conllevaría medidas complejas de logística, pero "no menos que las actuales, con un confinamiento total". "Si empezásemos a planificar ahora, los colectivos sociales estarían más preparados para entenderlo y adherirse cuando sea necesaria su participación", ha asegurado.

A su juicio se presentan cuatro posibles escenarios:

1) Se consigue una vacuna y se aplica al mayor número de personas, que se volverán inmunes reforzando la "inmunidad colectiva". Hernán cree que esa situación ideal es poco probable que se produzca a corto plazo.

2) Levantar el confinamiento, una vez que la curva se haya aplanado, y dejar que la epidemia siga su curso. Esa hipótesis nos devolvería a la situación anterior, con millones de fallecidos y los sistemas sanitarios incapaces de atender a los enfermos.

3) Levantar el confinamiento una vez aplanada la curva y mantener distanciamiento social y medidas de contención. Esta estrategia tiene, según el experto, el riesgo de que vuelvan a ser necesarios nuevos confinamientos cíclicos, en cuanto se alcanza un número alto de contagiados. No sería, dice, sostenible ni económica ni socialmente.

4) Bloqueo estratificado. Según Hernán es hacia donde debemos dirigir la mirada. El confinamiento se levantaría solo para hogares cuyos miembros son individuos sanos menores de 50 años; la vida volvería a las condiciones anteriores, con el objetivo de "infectar a tantos niños y jóvenes sanos como sea posible para desarrollar la inmunidad colectiva". Mientras, los hogares con personas mayores deberían permanecer confinados, "sin contacto con amigos y familiares". Miguel Hernán sugiere que a medida que aumenta la inmunidad colectiva se podría ir "levantando progresivamente el bloqueo para las personas mayores". Se evitaría el colapso de los sistemas de salud y las edades límite para cada fase las determinaría cada país en función de su población.

En cierto modo, esta medida "suena" a las que el Reino Unido quería aplicar desde el principio, pero Hernán considera que ya ha pasado el momento para cualquier país para poder partir de esa hipótesis. "Tras un bloqueo total, las personas comprenderíamos que hay mucho en juego", confía. Cree que un bloqueo estratificado, en una segunda fase de la enfermedad, sería más sostenible, con costes sociales y económicos más bajos.

Todas estas hipótesis y otras muchas están sobre la mesa de los expertos, que ahora trabajan con matemáticos para tratar de modelizar esos escenarios futuros. Un mensaje parece claro: la guerra será larga y las batallas tendrán distintas intensidades y también deberían contar con diferentes estrategias en cada momento.

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